La crisis que atraviesa el primer ministro británico, Keir Starmer, al frente del Partido Laborista, ha alcanzado un punto crítico, marcada por una sucesión de escándalos, dimisiones y rebeliones internas que cuestionan no solo su capacidad para mantener la unidad del partido, sino también … su legitimidad para seguir conduciendo el Gobierno. Apenas un año después de llegar a Downing Street tras poner fin a más de una década de gobiernos conservadores, Starmer se enfrenta a un panorama en el que, como señalan algunos de sus propios diputados, su continuidad podría estar sentenciada por el desgaste acelerado de su gestión.
Uno de los detonantes más graves fue la destitución, la semana pasada, de Peter Mandelson como embajador del Reino Unido en Estados Unidos, después de que se publicaran correos electrónicos que revelaban su relación con el financiero Jeffrey Epstein, condenado por delitos sexuales y fallecido en 2019. En los mensajes, Mandelson pedía a Epstein «luchar por una liberación anticipada» cuando fue detenido en 2008, y le aseguraba que «tus amigos están contigo y te quieren». La revelación provocó una tormenta política inmediata.
La oposición conservadora exigió a Downing Street la publicación de toda la documentación relativa a su nombramiento y al proceso de verificación de antecedentes, mientras que en el propio Partido Laborista crecieron las voces que pedían explicaciones. La familia de Virginia Giuffre, una de las víctimas más conocidas de Epstein, calificó el nombramiento como «una muestra de corrupción sistémica».
Esta crisis se sumó a la dimisión de la viceprimera ministra Angela Rayner tras reconocer irregularidades en sus declaraciones fiscales. Su salida debilitó aún más la estructura de un gabinete ya tensionado y que sufrió después una remodelación interpretada por analistas como un intento de Starmer de rodearse de un círculo de leales, lo que incrementó la desconfianza entre parlamentarios y líderes sindicales.
El Gobierno había sufrido también una derrota contundente en el Parlamento con el fracaso de la reforma del sistema de bienestar, que proponía recortes en los pagos por discapacidad con el objetivo de ahorrar 5.000 millones de libras anuales para 2030. Más de un centenar de diputados laboristas desafiaron a su propio Ejecutivo y forzaron un giro en la política social de Downing Street. El episodio dejó al descubierto las fracturas profundas entre la dirección del partido y el ala parlamentaria.ç
Liderazgo emergente
En este clima de creciente descontento, la figura de Andy Burnham, alcalde de Greater Manchester, ha emergido con fuerza como posible alternativa al liderazgo de Starmer. Burnham ha lanzado un nuevo grupo de presión dentro del partido, bautizado como Mainstream, desde el que defiende un giro progresista con medidas como la eliminación del límite de dos hijos en los beneficios sociales y la introducción de impuestos a la riqueza. «Necesitamos abordar los grandes retos políticos de nuestro tiempo», afirmó un diputado rebelde citado por ‘The Telegraph’, alineado con Burnham y crítico con Starmer.
Otro parlamentario, en la misma línea, reconoció que en sus encuentros con electores percibe un sentimiento recurrente: que si los resultados de las próximas elecciones locales fueran malos, sería inevitable que Starmer dejara el liderazgo, una advertencia compartida por varios miembros del ala izquierda del partido. Graham Stringer, veterano diputado laborista, añadió que Starmer está viviendo su última oportunidad para tomar el control de asuntos críticos, sugiriendo que debe actuar decisivamente o enfrentar consecuencias internas.
La presión sobre Starmer se multiplica ante las elecciones locales previstas para mayo de 2026, que incluirán comicios en Escocia, Gales, Londres y el resto de Inglaterra. Las encuestas actuales sitúan al Partido Laborista por debajo del 20% de intención de voto, superado por Reform UK, el partido de Nigel Farage, que se ha consolidado como primera fuerza en los sondeos. Richard Burgon, diputado por Leeds East y una de las voces más visibles del ala izquierda laborista, advirtió que un mal resultado podría precipitar la salida de Starmer, y señaló que la percepción general es que el liderazgo actual debe demostrar resultados concretos para mantener la confianza dentro del partido.
Burgon fue más allá al señalar la percepción de desgaste prematuro del Gobierno laborista: «Se siente como si lleváramos años y años bajo un gobierno impopular, en lugar de apenas un año desde que nos deshicimos de los conservadores», declaró. La advertencia fue replicada por Graham Stringer, quien comparó la situación de Starmer con una última oportunidad: «Está en el último salón de oportunidades. Ahora necesita tomar el control de asuntos críticos. Parece que se aparta y deja que otros decidan, pero él es la persona que está en la cima. Tiene que tomar decisiones».
Cabe destacar que este mismo lunes, el diputado conservador Danny Kruger anunció su salida del Partido Conservador y su incorporación a Reform UK, convirtiéndose en el primer parlamentario en ejercicio en hacer este movimiento. En una rueda de prensa junto a Nigel Farage, el diputado conservador Danny Kruger expresó que el Partido Conservador está «acabado» y que Reform UK es ahora el verdadero bastión del conservadurismo británico. Además, Kruger asumió el liderazgo de la nueva unidad de Reform UK encargada de preparar al partido para asumir un eventual gobierno.