El presidente Donald Trump ha vuelto a agitar el debate sobre la regulación bursátil con una propuesta concreta: que las empresas que cotizan en Bolsa solo tengan que presentar resultados dos veces al año. «Sujetos a la aprobación de la SEC», matizó, pero el mensaje … fue claro. Con Paul Atkins al frente de la Comisión de Valores (SEC, por sus siglas en inglés), la idea tiene opciones reales de avanzar. Estados Unidos exige reportes trimestrales desde 1970. La justificación entonces fue aumentar la transparencia, especialmente tras el escándalo de Penn Central, la mayor quiebra empresarial de la época. Desde entonces, el principio de «cuanta más información, mejor» ha guiado la regulación financiera. Pero ahora ese consenso se resquebraja.
La pregunta es sencilla: ¿beneficia o perjudica a las empresas y a los inversores esta frecuencia trimestral? Para responderla, no hay que fiarse solo de opiniones. La literatura académica ofrece una serie de estudios empíricos que permiten abordar el tema con datos. Uno de los casos más valiosos para el análisis comparado es el del Reino Unido. En 2007, el regulador británico impuso a las empresas cotizadas la obligación de publicar ‘interim management statements’, equivalentes a reportes trimestrales breves. En 2014, eliminó esa exigencia.
Esta ida y vuelta permitió a los investigadores estudiar los efectos de imponer y luego retirar esa obligación. El estudio más citado, realizado por Nallareddy, Pozen y Rajgopal (Universidad de Columbia), concluye que no hubo efectos significativos sobre la inversión empresarial. Las compañías no aumentaron ni redujeron sustancialmente su gasto en activos fijos o I+D al cambiar la normativa. En cambio, sí se detectó un aumento de la cobertura por parte de analistas financieros y una mejora en la precisión de sus previsiones cuando los informes trimestrales eran obligatorios. Es decir, más información favorece un mejor funcionamiento del mercado.
Un futuro de incógnitas
A pesar de estar inmerso es un sprint sin aparente tregua, un futuro repleto de incógnitas se agiganta en el horizonte de Wall Street. En plena revolución tecnológica y económica, el S&P 500 y el Nasdaq cotizan en máximos históricos, una cima en la que muchos analistas empiezan a advertir del vértigo de una corrección también sin precedentes. ¿Más dura será la caída? Frente a los malos augurios, otros expertos, alimentados además por la nueva bajada de tipos de la Fed, se muestran seguros de que aún hay margen de crecimiento y anticipan un aterrizaje suave. Solo el tiempo conoce de qué lado está la razón.
En Estados Unidos, la investigación de Kraft, Liao y Rogo sobre la «frecuencia del reporte financiero» encuentra un resultado distinto: cuando se aumentó la frecuencia de los informes (de anual a semestral, y luego a trimestral) en las décadas anteriores a 1970, las empresas redujeron su inversión en activos fijos. La presión para cumplir con las expectativas trimestrales provocaba recortes en gasto estratégico, una muestra del llamado ‘cortoplacismo’.
Este efecto también ha sido subrayado por voces del mundo empresarial. En 2018, Warren Buffett y Jamie Dimon firmaron un artículo conjunto en el Wall Street Journal defendiendo que las compañías deberían dejar de publicar previsiones de beneficios cada trimestre, precisamente para evitar estas distorsiones. No obstante, es importante distinguir entre informar sobre resultados (algo obligatorio) y emitir previsiones (algo voluntario). La mayoría de los estudios coinciden en que los problemas vienen más por la presión para cumplir con estimaciones que por la obligación de informar.
Otros estudios recientes aportan nueva luz sobre las consecuencias de reducir la frecuencia. En el caso del mercado de Viena, el abandono del reporte trimestral conllevó una reducción en la liquidez de las acciones. Menos información implica mayor incertidumbre, y eso hace que los inversores sean más cautelosos.
Existen serias dudas sobre el supuesto ‘cortoplacismo’ que inducen los informes trimestrales
Un estudio publicado en 2025 por Behrmann en Journal of Financial Markets confirma que las empresas que reducen el contenido o la frecuencia de sus informes pierden valor en Bolsa. Este efecto es especialmente visible en las compañías de mayor capitalización.
Por el contrario, un trabajo reciente de la Universidad de Texas encuentra que aumentar la frecuencia de reporte mejora la capacidad de los inversores para anticipar beneficios futuros. Además, fomenta que las empresas divulguen más información voluntaria.
¿Qué conclusión extraer de esta evidencia? En primer lugar, que los efectos del cambio no son unívocos. Reducir la frecuencia puede aliviar la presión cortoplacista sobre los directivos, pero también puede perjudicar la transparencia y aumentar la asimetría informativa entre los grandes inversores y los pequeños.
En segundo lugar, que el contexto regulatorio importa. En EE.UU., los informes trimestrales incluyen información más detallada, con mayores requisitos de auditoría y responsabilidad legal que en otros países. Por tanto, eliminar esta obligación podría tener efectos más notables. Tercero: el cambio legal no garantiza un cambio de prácticas. En Reino Unido, muchas empresas siguieron publicando resultados trimestrales de forma voluntaria. Si los analistas e inversores los exigen, es probable que el mercado mantenga la cadencia actual aunque la ley no lo imponga.
Por último, la decisión no debería basarse solo en reducir costes regulatorios, sino en un análisis riguroso de qué tipo de mercado de capitales quiere construirse. La transparencia no es gratuita, pero es un pilar de la confianza del inversor. Si EE.UU. decide dar este paso, esperemos que lo haga con datos en la mano. La pregunta es si también lo hará con las salvaguardas necesarias para no perder lo que ha costado medio siglo construir.