11/09/2025
Actualizado a las 16:30h.
Como los mercados habían descontado de antemano, el Banco Central Europeo (BCE) ha dejado los tipos de interés sin cambios, en el 2% la facilidad de depósito (el que se usa como referencia), en la reunión que ha mantenido este jueves el consejo de gobierno. Y la decisión ha sido tomada de forma unánime.
Su presidenta, Christine Lagarde, no ha cumplido con las expectativas y no ha ofrecido pistas, sin embargo, sobre su próximo movimiento. Lo que sí ha dejado muy claro es que «el proceso desinflacionario ha terminado». Esta afirmación marca un giro en la narrativa del BCE.
Si hasta ahora se hablaba de una inflación en retroceso, ahora se reconoce que el descenso ha tocado fondo. Pero lejos de anunciar una nueva fase de endurecimiento monetario, Lagarde opta por la cautela, la estrategia de «esperar y ver». Aunque ha reconocido que la inflación sigue siendo volátil, Lagarde no espera que los precios sigan bajando y ha insistido en que el BCE se encuentra, en este nivel de tipos, en una posición sólida. «Seguimos estando en un buen lugar, pero no estamos en un camino predeterminado», ha insistido, para añadir que las decisiones se irán tomando reunión y reunión y de acuerdo a los datos. Este, que podríamos llamar «no camino», es clave. El BCE no quiere comprometerse con una trayectoria fija de tasas y la flexibilidad se convierte así en la principal guía de su doctrina, en un contexto donde los riesgos se han «vuelto más equilibrados», pero no han desaparecido.
En la rueda de prensa posterior a la reunión del consejo de gobierno del emisor del euro, Lagarde ha dedicado tiempo a defender la calidad de los datos que alimentan las decisiones del BCE. «La integridad de los datos que usamos es muy alta, y esto es valorado por todos nosotros. Somos muy afortunados hasta ahora, y espero que siga siendo igual, de tener datos cuya integridad no se cuestiona». Se refería a «los datos que recibimos de la oficina de estadísticas, las oficinas de los Estados miembros que son compilados por Eurostat, a pesar del trauma que hemos visto hace unos años en Grecia, pero a pesar de eso, que creo que ha sido una lección para todos nosotros, creo que la integridad de los datos que usamos es muy alta y esto es valorado por todos nosotros».
Este comentario no es nada trivial en tiempos de polarización. El BCE desea subrayar su carácter como bastión técnico, casi apolítico, a pesar de que en el último ascenso inflacionario sus datos registraron con significativo retraso el proceso. También se ha tomado la molestia de rehuir las etiquetas y ha respondido a una de las preguntas poniendo por delante que no se considera halcón ni paloma, sino búho. «Sabes, cuando acepté este trabajo por primera vez, me preguntaron instantáneamente si era o no un halcón, el de línea dura, o una paloma, el de línea más suave. Y dije que ninguno. Soy un búho, porque quiero que el número uno vea todo lo que sucede a mi alrededor. No es una visión de 360 grados, pero es un diámetro bastante grande», se ha extendido. Esta frase, que ya ha repetido en otras ocasiones, no es solo una metáfora: es una declaración de principios. El búho, símbolo de vigilancia y sabiduría, representa su enfoque deliberativo, prudente y multidimensional.
En los pasillos del BCE se respira en las últimas semanas cierto alivio, debido a que los aranceles de Trump no han cumplido los peores augurios. No han logrado tumbar a euro ni desnortar la brújula económica europea. La presidenta del BCE ha presumido de que «la incertidumbre comercial ha disminuido desde junio», gracias en parte a acuerdos como el alcanzado entre la UE y EE. UU., pero ha insistido en que «no ha desaparecido» y que nuevos riesgos pueden emerger.
En su análisis, el crecimiento europeo podría verse frenado por «aranceles más altos, un euro más fuerte y una mayor competencia global», aunque también podría acelerarse si «el gasto en defensa e infraestructura es mayor de lo esperado» o si «las tensiones geopolíticas disminuyen». «Los riesgos para el crecimiento de la economía se han vuelto más equilibrados, mientras que los acuerdos comerciales recientes han reducido la incertidumbre, un nuevo empeoramiento de las relaciones comerciales podría frenar aún más las exportaciones y arrastrar la inversión y el consumo», han sido sus palabras.
Situación de la eurozona
Este equilibrio entre amenazas y oportunidades refleja una eurozona que, aunque golpeada por crisis sucesivas, ha aprendido a resistir sin dramatismos, incluso durante los días en los que Francia parece sumida en el caos político. «No hago comentarios sobre ningún país en particular, pero basta con decir que siempre monitoreamos los desarrollos del mercado y los bonos soberanos de la zona euro están ordenados y funcionan sin problemas con buena liquidez. Eso es lo que vemos», se ha limitado a decir sobre Francia, haciendo gala de serenidad monetaria y empeñada en no ofrecer ni grandes titulares ni grandes sorpresas.
Lagarde parece muy concentrada en una reafirmación de estilo: el BCE no marcará el ritmo con rigidez, sino que se moverá con los datos y desde la prudencia. Puede parecer tímida, pero es profundamente estratégica: «no nos estamos comprometiendo previamente con una trayectoria de tasas en particular y, en cualquier caso, estamos listos para ajustar todos nuestros instrumentos».
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