Si no fuera porque supone admitir un acto de precocidad increíble, ya habrían acusado a un boomer español del asesinato del presidente Kennedy. Fue en 1963 y en España esa generación arrancó en 1958. Estamos asistiendo al intento de señalamiento de un sector social, en este caso una generación, como responsable de los problemas económicos de los jóvenes. Una operación político/financiera para focalizar un culpable de un problema que tiene otras causas. Simple populismo, algo más sofisticado, eso sí, menos grueso, que el que señala al inmigrante pero igualmente falso.
Se perfila el dibujo de un boomer rentista, que disfruta de una superpensión que no merece, pues ha gozado de una economía que viene de largas décadas de crecimiento; que además no necesita, tiene la vida solucionada y se gasta el dinero en lujos superfluos; bloquea el acceso al progreso económico de los jóvenes, a los que supera en ingresos; y lleva a la bancarrota las cuentas públicas.
Veamos la realidad de esos argumentos. En primer lugar, la vida pasada del boomer. Su actividad laboral comenzó en torno al año en el que feneció el dictador, 1975. Justo cuando el desempleo, cáncer histórico, iniciaba su ascenso, desde algo más del 3% hasta el 22% de mediados de los 80. Recordemos la reconversión industrial. Descendió después, pero nunca por debajo del 16%. Remontó en 1990, esta vez hasta cimas más altas, el 24%, en los años de resaca de los Juegos de Barcelona y la Expo de Sevilla de 1992. Entre 1994 y el 2007 inició un largo descenso, hasta el 8%. Pero, ay!, entonces llegó la crisis financiera y el paro ascendió a los cielos, más allá del 26%. Recomendable volver a ver Los lunes al sol. Vaya una vida de paraíso laboral. Ese abultado desempleo conllevó salarios más bajos y jornadas laborales más largas que las actuales (un sueño la regulación efectiva de las horas extras). La entrada en Europa, tampoco implicó relajación; más esfuerzo para converger.
Para cuando estalló la burbuja inmobiliaria los boomers tenían ya cincuenta y muchos años. La crisis fue una carnicería: expulsados al paro, despreciados por su edad, más aún en el caso de las mujeres, en las selecciones de trabajo de las empresas; otros tantos jubilados anticipadamente, es decir renunciando a un buen bocado de su pensión, en muchos casos con la losa adicional de los boquetes de años de cotización perdidos por el paro estructural.
El equipo de Los lunes al Sol celebrando un premio
¿Cobran los pensionistas más que los jóvenes? Según la Seguridad Social, la pensión de jubilación media en el pasado agosto fue de 1.508 euros por catorce mensualidades (21.112 euros), cantidades a las que hay que deducir el IRPF. La pensión de jubilación es la más alta del sistema; la media general está en 1.312 euros. Recordemos que parte de esas pensiones más altas provienen de un continuo alargamiento de la vida laboral, es decir, del aumento de la edad efectiva de jubilación.
El foco está en las pensiones, pero la riqueza se concentra en España: el 5% tiene el 40%
Con los últimos datos disponibles sobre salarios medios, del 2023, por lo tanto inferiores a los que rigen en la actualidad, las pensiones medias de jubilación solo están por encima de los jóvenes hasta 24 años (1.387 euros), más allá, por debajo.
¿Y la riqueza, el patrimonio?. Cada vez menor el de los jóvenes; aumenta el de los boomers, trabajen o estén jubilados. La principal explicación, como es bien conocido, es la vivienda. Los jóvenes no pueden acceder a la propiedad, dado su precio astronómico, mientras que los boomers, que son propietarios, registran plácidamente de las subidas que revalorizan su propiedad. ¿Pero hay alguna relación entre las pensiones de los boomers y el precio de la vivienda y sus subidas?
Para muchos de esos ya jubilados o cerca de estarlo, el acceso a la propiedad ha pasado también por un duro proceso de trabajo, ahorro y ajuste, que alcanzó su punto máximo con la burbuja inmobiliaria previa a la gran crisis del 2008. Cuando estalló, fueron numerosos los que se quedaron por el camino: clases medias y trabajadores vivieron auténticas tragedias.
Pero ni pensiones ni boomers tienen relación alguna con el vuelo de los precios de la vivienda. Como tampoco la tuvieron en la burbuja del 2008. Sus causas hay que buscarlas, en primer lugar, en factores financieros globales, por eso se trata de un fenómeno general y no exclusivo español y en alguna medida en factores de oferta estancada y demanda creciente.
La imposibilidad de los jóvenes de acceder a una vivienda no se deriva de que los recursos para su adquisición estén en manos de los boomers pensionistas. Justamente al contrario, procede de un exceso de dinero global al acecho de beneficios en cualquier activo, desde el oro a las materias primas o las criptomonedas. La vivienda es uno más. Y no hay salarios, ni pensiones, capaces de seguir le estela de esos precios locos.
La riqueza de los jóvenes desciende, pero por un problema global, el precio de la vivienda
Llama la atención el énfasis sobre pensiones y boomers y el olvido de las brechas de desigualdad. En El análisis de la riqueza en España, el Banco de España señala que “entre 2011 y 2021, el porcentaje de la riqueza neta en manos del 5% de los hogares más ricos ha aumentado en casi el 7,3% en España, algo menos que en Italia. Sin embargo, el porcentaje se redujo en Alemania, Francia y Portugal”. Ese 5% poseía más del 40% de la riqueza total, concentración solo superada en Europa por Italia y Alemania. Podrían explorar por esa vía; pero es más incómoda.
Obviamente, lo anterior no niega la necesidad del debate sobre la sostenibilidad del gasto en pensiones, música que lleva varias décadas sonando. Pero en los estrictos términos de las pensiones de jubilación (contributivas) los ingresos y los gastos están cerca del equilibrio si se considera que esas nóminas también devuelven al Estado parte con el pago del IRPF. Sin embargo, el sistema cubre otro tipo de pensiones no contributivas y bajas laborales que obviamente no generan los jubilados boomer y que sitúan en otro contexto los más de 50.000 millones que cada año le transfiere el Estado. En fin, con las últimas revisiones del INE del volumen de la economía española, también deberá bajar el peso de ese gasto en términos de PIB.