La transición energética europea avanza a gran velocidad y, en ese camino, las startups se han convertido en un actor clave. Con equipos pequeños y visión disruptiva, están desarrollando soluciones que abarcan desde el almacenamiento y la eficiencia hasta nuevas formas de generación renovable. Su trabajo está inyectando dinamismo en un sector que exige innovación constante, aunque el acceso a capital continúa siendo un freno. La cooperación con grandes corporaciones se dibuja como el puente decisivo para que esas ideas se conviertan en proyectos de mercado.
La digitalización funciona como catalizador de este cambio. César Tello, director general de Adigital, recuerda que «el 26% del PIB español ya procede de la economía digital, con la energía entre los ámbitos más activos». Añade que en este terreno las startups aportan «rapidez para aplicar IA, redes inteligentes o modelos descentralizados, mientras las grandes compañías avanzan con pasos más lentos». En su opinión, esa capacidad de adaptación coloca a las startups como socios estratégicos de la transición verde, justo cuando Europa combina transformación digital y sostenibilidad.
Desde el propio tejido emprendedor se resalta la consolidación del cleantech en España. Carlos Mateo, presidente de la Asociación Española de Startups, apunta que «la transición energética y los fondos europeos han multiplicado los proyectos centrados en renovables, eficiencia y economía circular». Añade que casos como Holaluz, RatedPower o Energy Solar Tech prueban que ya existe músculo para competir fuera, pero también una diversidad de propuestas que florecen en regiones menos visibles. Un fenómeno que, según Mateo, «convierte a estas compañías en palanca de cambio hacia una economía más sostenible e inclusiva».
En compañía
La visión corporativa también muestra cómo las grandes eléctricas han aprendido a integrar la innovación de terceros. En Iberdrola, Diego Díaz Pilas dirige Perseo, un programa creado en 2008 para invertir en startups y probar tecnologías en fases tempranas. Según explica, la compañía trabaja cada año con más de 300 empresas emergentes y apoya de forma directa a unas 30. Ese modelo de innovación abierta ha dado lugar a proyectos como EnergyLoop, pionero en reciclaje de palas eólicas, o CPD4Green, que impulsa centros de datos alimentados con renovables. Más de un centenar de pilotos han servido ya para validar soluciones como inteligencia artificial, drones o recarga inteligente en entornos reales.
El panorama cambia al hablar de financiación. Eduardo González, socio responsable de Energía en KPMG, subraya «que las startups cleantech tropiezan con un cuello de botella en la fase de escalado. Pasar del prototipo a la primera planta comercial requiere inversiones intensivas y con alto riesgo técnico, que no encajan en los instrumentos financieros habituales. A ello se suma la fragmentación de ayudas públicas y la falta de marcos regulatorios estables, lo que eleva la prima de riesgo. Resolverlo exige capital paciente, colaboración público-privada y garantías que faciliten el salto a la producción a gran escala», dice.
Para Juan López, socio de Kibo Ventures, el cleantech español «ha pasado de ser un nicho a convertirse en un polo de atracción internacional». Explica que la combinación de recursos como sol y viento, unida al talento técnico local, coloca al país «en una posición privilegiada para incubar proyectos con ambición global». Cita casos como Green Eagle, que ha llevado su software de gestión de plantas a Europa, EE.UU. y Asia, como muestra de esa proyección. «Desde el almacenamiento hasta el hidrógeno verde, la variedad de propuestas empieza a configurar un ecosistema estratégico», comenta López.
Base sólida
Desde Adara Ventures, Alberto Gómez, su socio director, destaca que España cuenta con una base renovable muy sólida y con talento digital que la sitúan en una posición privilegiada en el ámbito cleantech. Señala que Europa ha tomado la delantera en materia regulatoria, mientras que en Estados Unidos se concentran las grandes rondas de financiación y en China se avanza con gran escala industrial. Gómez, en ese sentido, ve que en España el volumen de capital es todavía más reducido, pero subraya que existen capacidades competitivas que permiten al ecosistema desarrollarse con ambición internacional.
El gran desafío para las startups cleantech se concentra en la fase de crecimiento, advierte Andrés Dancausa, vicepresidente de SpainCap. Explica que son proyectos que requieren grandes cantidades de capital, con ciclos de venta largos y tecnologías complejas que elevan las barreras de entrada. Por ello, defiende la creación de fondos especializados y una mayor implicación institucional, junto con garantías y contratos a largo plazo que permitan al ecosistema español superar esas trabas y consolidarse con mayor solidez.
Davide Cannarozzi, presidente de GNE Finance, apunta que una de las grandes oportunidades para el capital está en el infra-tech, un mercado que McKinsey valora en más de 100.000 millones de euros en los próximos 15 años. En este terreno, explica, su firma —especializada en inversión, financiación y asesoramiento con impacto positivo— identifica un campo fértil para escalar proyectos. Subraya que» el reto va más allá de recortar emisiones y pasa por modernizar infraestructuras críticas como la energía, el agua o la movilidad para hacerlas más limpias e inteligentes». Esa transformación, dice Cannarozzi, «convierte la innovación en activos tangibles con rentabilidad sólida y ofrece al capital una vía segura para sumarse a la transición climática».
El cleantech español empieza a dejarse ver en proyectos muy concretos, con compañías que intentan ganar terreno en sectores de alta exigencia. Optigen, fundada por Blai Pié, quiere transformar la forma en que se diseña la energía eólica. Su propuesta se centra en un generador modular que elimina rodamientos principales, multiplica la fiabilidad y reduce los costes de operación y mantenimiento, explica. «El sistema, ideado para turbinas offshore de gran tamaño, disminuye peso y complejidad mecánica, lo que facilita la escalabilidad», dice Pié.
El gran desafío de estas compañías ‘cleantech’ se centra en la fase de crecimiento
En Asturias, Omar Suárez, CEO y fundador de Sunthalpy, ha puesto en marcha una solución pensada para edificios de consumo casi nulo. Su sistema de climatización se basa en suelos radiantes de baja entalpía que funcionan con agua templada entre 18 y 30ºC, logrando reducir hasta un 85% el gasto energético frente a sistemas convencionales. Esta tecnología permite rehabilitar viviendas antiguas y convertirlas en espacios Net Zero, combinando confort, salud y sostenibilidad. La compañía, comenta Suárez. «ha demostrado que puede competir también en proyectos corporativos, ampliando así el alcance de una propuesta que empezó en el ámbito residencial».
La innovación también llega al terreno de la circularidad. Miogas, «propone instalar microplantas de biogás en el mismo lugar donde se generan los residuos, ya sea en granjas, restaurantes o viviendas». Estas instalaciones producen gas renovable para usos térmicos y fertilizante natural, «evitando transporte de residuos y reduciendo emisiones». Con este modelo se busca democratizar una tecnología hasta ahora reservada a macroinstalaciones, «aportando ahorro económico y ambiental a comunidades rurales y pequeños municipios». El objetivo es que la transición energética no se quede en los grandes polos industriales, sino que llegue a territorios menos centrales.
Además del respaldo de inversores y corporaciones, el ecosistema cleantech cuenta también con el impulso de la administración pública. Wolaria, promovida por la Junta de Castilla y León, se ha consolidado como un espacio de acompañamiento para startups en fases tempranas, ofreciendo mentoría, asesoramiento legal, formación en estrategia de ventas y acceso a financiación y corporaciones. En declaraciones a este periódico, la aceleradora subraya que su objetivo es ayudar a las empresas a conseguir «un producto mínimo viable, validar su viabilidad técnica y económica y mejorar sus posibilidades de supervivencia en el mercado».
Ese esfuerzo de apoyo desde lo público se refleja en el interés creciente de los inversores privados. Nacho Mateo, CEO de South Summit, comenta que las startups de transición energética han pasado de ser una promesa «a consolidarse como uno de los sectores más representados en el ecosistema emprendedor». Señala que casos como Sunthalpy o Miogas, destacados en el Mapa del Emprendimiento, prueban cómo la innovación puede escalar y atraer socios estratégicos. A su juicio, esta visibilidad internacional confirma que la sostenibilidad ya no es una tendencia, «sino una prioridad para capital y corporaciones, y marca el rumbo de un cleantech español con ambición global».
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