Hace un mes, la asociación de grandes empresas de distribución, Anged, hizo público un informe en el que pedía al Gobierno que impulsara un plan para facilitar la entrada de inmigrantes, ya que sus asociados –El Corte Inglés, Carrefour, Ikea, etc.– no son capaces de cubrir 16.000 vacantes. No se trata en absoluto del único sector que sufre el mismo problema. A pesar de que la corriente inmigratoria que ha experimentado España desde el año 2000 es, de largo, la más intensa de nuestro entorno, la economía todavía necesita más mano de obra poco calificada para alimentar un crecimiento del que el Gobierno presume y que The Economist pone como ejemplo.
¿Alguien se ha escandalizado porque Anged haga público su interés? Que yo sepa, no. En cuanto a los partidos políticos, quienes presumen de business friendly no lo harán, y los de izquierda están –por lo menos de momento– a favor de facilitar la inmigración. Todos, pues, con Anged… excepto la extrema derecha, a quien repele la inmigración.
Más inmigrantes es la alternativa a pagar mejores salarios
Ahora bien, estar con Anged demuestra un absoluto desconocimiento de cuál es el problema real al que nos enfrentamos. Que las empresas experimenten dificultades para cubrir vacantes es ciertamente un problema. Pero un problema muy secundario en comparación con el problema de unos salarios demasiado bajos para hacer frente al coste de la vivienda. Este segundo está destruyendo la sociedad que conocemos porque está dejando a los jóvenes –y muchos que no son tan jóvenes– sin futuro. Darle respuesta exige decir a las empresas de distribución que no pueden contar con más trabajadores inmigrantes, y eso por dos motivos: porque más inmigrantes es la alternativa a pagar mejores salarios, y porque más inmigrantes implica inexorablemente más presión sobre el mercado inmobiliario.
En un plato de la balanza tenemos que unos sectores de baja productividad sigan creciendo a toda velocidad; en el otro, la estabilidad social. Si no tenemos esta alternativa clara, no nos extrañemos que la extrema derecha arrase. Vistos de cerca, sus dirigentes no parecen especialmente brillantes intelectualmente, pero aciertan mejor que la mayoría. De hecho, es por eso que triunfan.
Así pues, el mensaje a enviar a las empresas de distribución –y a muchas de otros sectores– es que para cubrir vacantes deben subir salarios. Obviamente, también hay que decir claramente a los consumidores que quizás los magníficos precios que ofrecen estas empresas tendrán que ser un poquito más altos, y que quizás no podremos disfrutar de la comodidad que representa que abran tantas horas. Son inconvenientes, sin duda, pero menores.
Además de hablar, el Gobierno puede actuar. Una nueva subida del salario mínimo interprofesional –ahora que incluso Airef ha concluido que las anteriores no han tenido impacto sobre el empleo– sería de lo más oportuna. Para dejar las cosas claras y avanzar en la dirección correcta.