“Café y petróleo, cumbia del mar, joropo del llano, aguardiente y ron”. Semejante mezcla de rasgos colombianos fue una canción muy popular hace 50 años en la voz de Ana Valencia, la cantante del dueto Ana y Jaime. Como ella, otras Anas del arte han perfilado el espíritu del país: Ana Mercedes Hoyos llevó sus palenqueras y frutas caribeñas por todo el mundo. Ana María Orozco protagonizó una telenovela universal. Y esta semana nació otra Ana en mayúsculas que busca potenciar esas músicas, obras e historias: la Asociación Nacional de las Artes (ANA).
Su alumbramiento ocurrió precisamente en medio de cumbias del mar y joropos del llano, pero también óperas de Verdi y evocaciones literarias en una sala con nombre de danza: Delia Zapata Olivella. Tal diversidad es el alma de la nueva asociación, pues se creó para apoyar el teatro, la literatura y las artes visuales, además de la música y la danza.
La ANA es la evolución de la Asociación Nacional de Música Sinfónica, que ha sido la casa de la Orquesta Sinfónica de Colombia. Con dineros del Ministerio de Cultura y una visión “interdisciplinar e incluyente”, según palabras de la ministra Yannai Kadamani, se diferencia de la entidad que le dio origen en tres aspectos fundamentales:
Articulará sus actividades con entidades de sectores privados y comunitarios, dentro y fuera del país, además de los entes públicos con los cuales ya trabajaba la asociación sinfónica.
No se limitará a la música clásica, sino que las demás artes y cualquier género musical también formarán parte de sus labores.
Se extenderá a los quehaceres de la formación: por medio de proyectos culturales hará actividades pedagógicas, de modo que pueda incursionar en todos los eslabones de la cadena de la cultura.
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Un ejemplo de sus metas futuras está a menos de un mes de distancia: la Bienal Internacional de Arte y Ciudad de Bogotá, en la cual la ANA será operador para facilitar las labores que el Ministerio de Cultura tarda en ejecutar. Guardadas las proporciones, su función será similar a la que cumple el Idartes con respecto a la Secretaría de Cultura de Bogotá.
Según su director, Antonio Suárez, la ANA ya diseña sus primeras tareas en el campo de la formación, por medio de un programa que adelanta con la Gobernación del Magdalena y que podría ser un espejo para otras instituciones regionales.
Y no solo para espacios habituales de la cultura: quizás el momento más conmovedor del lanzamiento de la ANA fue cuando la ministra de Cultura reveló que 2.900 personas privadas de la libertad han recibido la música de la Sinfónica de Colombia en 28 cárceles del país, en intercambios de un programa llamado Cultura para la Libertad.
La queja más frecuente de los gestores culturales frente al actual ministerio ha sido que si bien el presupuesto ha crecido con respecto a otras administraciones, su ejecución está lejos de ser óptima. Ojalá la ANA sea ese eslabón que le faltaba a la cadena para que la cultura prometida finalmente germine y que, como cantaba Ana Valencia, “las palabras que traigo sean semillas también nuestras”.
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Dos eventos cinematográficos que recomiendo: la edición número 12 del Festival Internacional de Cine por los Derechos Humanos, que busca inspirar a quienes quieren cambiar el mundo, por medio de 75 películas en ocho ciudades y otros 30 municipios. Desde mañana hasta el 9 de septiembre (Día Nacional de los DD. HH.), puede buscar la programación en www.ficdeh.com.
Y el próximo miércoles 3 de septiembre haremos en la Universidad de los Andes el preestreno de la aclamada película brasileña Sendero azul, Oso de Plata en el Festival de Cine de Berlín. Conversaré con expertos en longevidad y tendremos palabras de su director, Gabriel Mascaro, antes de la proyección. Pueden inscribirse gratis en https://acortar.link/CSByaV.
*@julguz – Creador de Cuatro de Julio