En el año 2000, Umberto Eco escribió que con internet nunca podría haber otro Auschwitz, porque todo el mundo se enteraría y nadie podría decir que no lo sabía.
Sin embargo, está ocurriendo de nuevo. Hoy podemos constatar con tristeza e impotencia que el mundo asiste impávido a la transmisión en vivo y en directo por redes de un genocidio sin precedentes en el siglo 21.
“Es peor que el infierno en la tierra”, dice la presidenta del Comité Internacional de la Cruz Roja. Solidarizarse con Gaza va mucho más allá de una cuestión geopolítica, es una cuestión de humanidad, de compasión. Nunca había sentido tanta vergüenza de pertenecer al género humano.
Vergüenza de escuchar a poderosos dirigentes hablar de construir unos resorts turísticos sobre las ruinas de un pueblo masacrado, y los cadáveres de las hasta hoy más de 65.000 personas asesinadas según cifras oficiales, entre ellos 17.000 niños.
Nuestro corazón siempre ‘con los judíos en Auschwitz, con los palestinos en Gaza’.
Vergüenza de ver a la próspera industria bélica utilizando a una pequeña franja de tierra habitada por dos millones de personas como vitrina y laboratorio controlado para probar e implementar con eficacia sus innovadoras tecnologías de la muerte. No contentos con utilizar bombas, drones, francotiradores, han decidido profundizar su crueldad utilizando el hambre como arma de guerra. Vergüenza de saber que los dirigentes de algunas de las naciones más poderosas son aliados del exterminio. Vergüenza del silencio cómplice de otros. Vergüenza del odio que impera hoy en los discursos. Vergüenza del fracaso de la civilización.
El olivo Al Badawi, el más viejo del mundo tiene más de 4.000 años, está localizado en Palestina, al sur de Jerusalén. Uno de los olivos más jóvenes fue sembrado por mi amigo Raouf Najib El Malki en el patio de su casa en Bogotá. Lo vemos crecer como una esperanza. Como la esperanza que lleva una escuela de música improvisada en medio de tiendas de campaña en Khan Younis. La esperanza naciente que se siente con la movilización de la sociedad civil a escala mundial, el reconocimiento creciente del estado palestino por parte de países que hasta ahora no lo habían hecho, la condena de los hechos por parte una comisión de la ONU, la negación de jóvenes judíos a prestar el servicio militar.
No aceptamos la derrota del espíritu humano.
Nuestro corazón siempre ‘con los judíos en Auschwitz, con los palestinos en Gaza’.