Parece que no en lo inmediato. Sin embargo, el 2 de septiembre empezó el juicio contra Bolsonaro y otros seis líderes del intento de golpe y la tensión sube. Un golpe que estuvo muy cerca de triunfar el 8 de enero de 2023, tras asumir la presidencia Lula. Ese día, los miles de bolsonaristas acampados frente al cuartel general del ejército en Brasilia para pedir la intervención militar invadieron y vandalizaron el Congreso, la Corte Suprema y el palacio presidencial. Se paró el golpe por la decisiva intervención de la Corte Suprema, garante de la legalidad, y por la división de las fuerzas armadas: la Armada y el ministro de Defensa se posicionaron a favor, pero el Ejército de Tierra y, aun más, la fuerza aérea, se opusieron. Las investigaciones posteriores llevaron a detener a 700 personas, de las cuales 300 ya han sido juzgadas y condenadas, incluyendo altos cargos del ejército y del entorno de Bolsonaro.
La investigación policial reveló una larga trama que desde 2019 e intensificada en 2022 se inició en las redes sociales, hábilmente manipuladas por expertos informáticos, en parte financiados por los billonarios estadounidenses hermanos Koch, y se articuló en conspiraciones politicojudiciales que buscaron deslegitimar la posible elección de Lula. Hubo violentas manifestaciones en Brasilia el 18 de diciembre de 2022 para perturbar la proclamación de los resultados electorales en la Corte Electoral. El 24 de diciembre George Washington Sousa intentó hacer explotar un camión de combustible en el aeropuerto de Brasilia para, según dijo, provocar una intervención militar. El terrorismo de ultraderecha no se calmó: el 13 de noviembre de 2024 explotó un vehículo cerca de la Corte
Suprema. Los jueces del tribunal, en particular Alexandre de Moraes, que encabezó la investigación, están en constante peligro.
El hijo de Bolsonaro se ha instalado en Washington y está en contacto con Trump para recuperar el poder
Algunos grupos de poder en Brasil y la internacional ultraderechista están movilizándose para defender al expresidente golpista. El hijo de Bolsonaro se ha instalado en Washington y está en contacto con Trump para recuperar el poder, por uno u otro medio. De hecho, el presidente estadounidense considera que Bolsonaro es objeto de la misma caza de brujas que, según él, sufrió en su país. Son trayectorias paralelas, aunque, por ahora, con resultado muy dispar. Trump está ejerciendo presión sobre Brasil para que liberen a Bolsonaro. Subió los aranceles en un 50%, perjudicando seriamente a las exportaciones brasileñas, claves para el crecimiento económico del país. También ha tomado represalias contra algunos jueces, en particular contra Moraes, retirándoles el visado y bloqueando sus cuentas en Estados Unidos. Sin embargo, la intervención estadounidense inspirada por Bolsonaro júnior les salió mal. Lula estaba perdiendo popularidad, peligrando sus futuras perspectivas electorales. Pero su enérgica reacción de defensa de la soberanía de Brasil ha invertido la tendencia en las encuestas.
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La consultora Quest realizó una encuesta en agosto 2025 sobre las perspectivas electorales en 2026 y concluyó que “Lula lidera en todos los escenarios (con cualquiera de sus eventuales opositores) tanto en la primera como en la segunda vuelta”. Y los partidos democráticos están aliándose contra Bolsonaro.
La batalla acaba de empezar. Lo que la policía brasileña llama “las milicias digitales” se han activado. Y Trump no cederá. Lula responde consolidando su liderazgo en conexión con los grandes países que buscan una alternativa al trumpismo, en concreto con China, India y Sudáfrica. Y es esto precisamente lo que puede intensificar las tempestades que amenazan al mundo. Brasil resiste. Pero no lo puede hacer solo. ¿Y dónde está Europa en este momento decisivo?