El fracaso del proceso de paz con el Eln había bajado las acciones de Iván Cepeda para aspirar a una candidatura presidencial. Las posturas tan reacias del Eln para discutir sobre los cambios políticos que dieran paso a un proceso de paz le quitaron a Cepeda, uno de los negociadores, la oportunidad de mostrarse en la arena política del país.
Sin embargo, la suerte se le apareció por otro lado. El juicio a Uribe coincidió con los tiempos de la campaña del 2026. Cepeda emergió como un héroe para la izquierda. Logró ni más ni menos que condenar a 12 años de prisión a Álvaro Uribe, el símbolo de todo lo que está mal para la izquierda en el país, desde los ‘falsos positivos’ hasta el neoliberalismo y la economía fósil. Era apenas un paso natural que le propusieran la candidatura para la presidencia.
Iván Cepeda tiene muy buenos atributos dentro del abanico de candidatos de izquierda. Dispone de una formación que va más allá de las consignas de los activistas. Su proyecto de país es muy estructurado, indistintamente de que les guste a los electores o no. Es un candidato en que la izquierda puede confiar, en su compromiso ideológico y en su lealtad a las reformas y aspiraciones de cambio inauguradas por Petro.
Esa confianza y ese compromiso ideológico no existe en el caso de Daniel Quintero. Ni su trayectoria ni sus intervenciones públicas convencen a la izquierda purasangre. Además, la innumerable cantidad de sospechas de corrupción incrementaría la fama que tienen los gobiernos de izquierda de que una vez en el poder negocian con lo peor de la clase política. Con la gravedad de que en el caso de Quintero sería él y no la izquierda purasangre la que tendría la sartén por el mango. El riesgo de que suceda lo de Juan Manuel Santos con Álvaro Uribe es bastante real.
De hecho, la sugerencia de Petro por la opción de Quintero se desprende de su poca fe en el desempeño de Gustavo Bolívar. Para Petro era necesario buscar un candidato con mayor capacidad de realizar alianzas con otros sectores de la política. Un frente amplio, decían, para ser viables en las elecciones. Aun así, no hay que subestimar a Quintero como expresión de las nuevas formas de liderazgos que son muy efectivas en las elecciones: candidatos controversiales, con mensajes disruptivos y desenvueltos en el manejo de las redes sociales.
La izquierda tendrá que elegir entre un candidato convencional y uno de los tiempos de las redes sociales.
Cepeda, pese a ser de la izquierda radical, tiene mayores posibilidades que Gustavo Bolívar de realizar alianzas para armar el frente amplio. Su experiencia en el Congreso y su manejo de las formas le dan mayores opciones para competir por los votos de sectores de centro. Bolívar está peleado con facciones del Verde y de centro de Claudia López, Roy Barreras y demás; Cepeda, no.
En suma, en las consultas internas de octubre la izquierda va a decidir si se va con un candidato más convencional de izquierda como Cepeda, un activista, Bolívar, o uno de la nueva política que no convence en cuanto a su compromiso ideológico, Quintero. Quienquiera que gane tendrá en sus manos el futuro del legado de Petro, en el sentido de perseverar en transformaciones institucionales que apuntan a una mayor estatización en la provisión de servicios públicos.
No deja de llamar la atención que la izquierda colombiana tenga como referentes los casos fallidos, como Venezuela, en vez de mirar casos exitosos, como China o Vietnam. El gobierno de Petro ha hecho todo lo contrario a desarrollar una burocracia y una tecnocracia eficiente, capaz de ponerle límite a la corrupción de sus cuadros, al tiempo que compite por el desarrollo de un capitalismo dinámico regulado por un partido que concentra el poder político.
Una gestión mediocre y poca preocupación por el crecimiento han marcado estos años, ninguno de los candidatos de izquierda pareciera proponer algo distinto.