Actualizado Miércoles,
3
septiembre
2025
–
22:42
Contrariando la última costumbre, la entrevista al presidente del Gobierno en la televisión pública no dio vergüenza ajena. Es verdad que su interlocutora, Pepa Bueno, no evitó sesgos editorializantes en algunas preguntas ni paró los pies al presidente en las numerosas licencias fácticas (así deben de llamar en La Moncloa a las mentiras) que se tomó: ni la quita autonómica permitirá el aumento del gasto social ni, por supuesto, hay la menor prueba de que el cambio climático haya matado a 20.000 españoles en los últimos cinco años. Pero Pepa Bueno supo reflejar la inmoral oquedad del presidente en asuntos clave, como la permanencia en su puesto del fiscal general del Estado o su negativa a someterse al mismo rasero de legitimidad parlamentaria que exigió al presidente Rajoy. Pero faltó algo importante en la entrevista. Algo que habría sido, además, una manera llamativa de iniciar la conversación. Esta amable pregunta:
-¿Cómo está, presidente?
La entrevista volvió a exhibir la mala cara de Pedro Sánchez. Y su delgadez desasosegante: siempre fue un fanático practicante del pitillo pantalón, pero sus piernas de ahora son ya más estrechas que un silbido. Que este asunto no llamara la atención de la entrevistadora fue un error. Si es que no fue otra cosa.
Al mismo tiempo que Sánchez volvía de vacaciones con tal aspecto, Donald Trump aseguraba en su red social que estaba mejor que nunca. Y es que en el fin de semana la salud del americano había sido objeto de amplias conjeturas periodísticas por sus varios días de ausencia pública y algunas fotos de las manos que mostraban señales de la insuficiencia venosa que padece. Una encuesta de este verano reportaba que el 75% de los estadounidenses quieren que se obligue al presidente a publicar los resultados de sus exámenes médicos, incluyendo pruebas cognitivas. Estoy seguro de que, espoleado, el Cis va a incluir esa pregunta en su próximo examen del spleen de la nación. Pero, mientras tanto, no estaría de más recordar que para ocupar una plaza en muchas administraciones públicas españolas se le exige al candidato la presentación de informes médicos que garanticen su idoneidad.
Tengo un indudable sesgo biologicista al analizar la conducta humana. Pero, aun reconociéndolo, me daría una gran paz saber que la creciente incoherencia, crispación, arbitrariedad y torpeza del presidente son un problema de salud. Y que está tomando medicamentos.