Como presidente de la Asociación Consular de Sevilla y cónsul honorario de Suecia para Sevilla y Huelva, he dedicado gran parte de mi vida profesional a una labor que, por naturaleza, transcurre en las sombras de la diplomacia oficial.
En un mundo globalizado, donde las … relaciones internacionales se entretejen en la vida cotidiana, los cónsules honorarios desempeñamos un papel fundamental que merece visibilizarse. Se trata de una diplomacia de proximidad, discreta pero vital. Esta tribuna busca explicar nuestras funciones y subrayar la importancia de las misiones diplomáticas, defendiendo que son esenciales para la paz y la cooperación, aunque a menudo queden eclipsadas por el ruido de las controversias.
Los cónsules, ya sean honorarios o de carrera, actuamos como puentes entre naciones. Nuestra función principal es asistir a los ciudadanos de los países que representamos: emisión de pasaportes o visados, protección en emergencias, fomento de relaciones comerciales, culturales y educativas.
En Sevilla y Huelva, mi labor implica no solo ayudar a los suecos que residen o visitan nuestra región en trámites o crisis, sino también promover intercambios que beneficien a Andalucía. Pensemos en oportunidades de inversión escandinava en turismo sostenible o innovación tecnológica, o en programas culturales que acercan a nuestros pueblos. Estas misiones diplomáticas constituyen el engranaje invisible que sostiene la estabilidad internacional, facilitando comercio, movilidad y resolución pacífica de conflictos.
Lo que define nuestro trabajo es su carácter callado y desinteresado. No buscamos titulares; operamos con compromiso voluntario, guiados por el servicio público y el interés mutuo entre naciones.
En la Asociación Consular de Sevilla reunimos a representantes de decenas de países que, día a día, resuelven problemas sin hacer ruido: un empresario andaluz que precisa asesoramiento para exportar, una familia extranjera que requiere apoyo en un hospital, o un acuerdo cultural que une tradiciones milenarias. Es una diplomacia de proximidad, arraigada en el territorio, que contribuye a la cohesión social y económica de regiones como Andalucía, puente entre Europa, el Mediterráneo y Latinoamérica.
Lamentablemente, nuestra labor se cuestiona con frecuencia por actuaciones desafortunadas de unos pocos. Es un fenómeno humano: lo malo siempre es más noticia que lo bueno. Un error individual acapara titulares, mientras miles de actos positivos pasan desapercibidos. En un contexto de creciente polarización y fake news, este sesgo erosiona la confianza en instituciones esenciales como las misiones consulares.
Por ello, es imperativo educar en diplomacia, no como lujo elitista, sino como herramienta vital para la vida cotidiana y la paz. Así como se habla de «cultura de defensa» o de educación frente a la desinformación, debemos integrar la diplomacia en nuestra formación cívica. La «diplomacia para la vida» implica enseñar a negociar, empatizar y resolver conflictos sin violencia, desde el aula hasta el barrio.
Andalucía, con su historia de convivencia multicultural, ofrece un marco idóneo para ello: programas escolares que expliquen el rol de los cónsules, talleres sobre relaciones internacionales o campañas que visibilicen los éxitos silenciosos de nuestra red consular. En este sentido, la celebración del I Encuentro de Cónsules en Andalucía, organizado por las asociaciones de Sevilla, Cádiz y Málaga los días 23, 24 y 25 de octubre, será una ocasión magnífica para subrayar la importancia de la «Diplomacia para la Paz», lema del encuentro.
En conclusión, las misiones diplomáticas y el trabajo de los cónsules no son reliquias de un pasado formalista, sino pilares de un futuro pacífico y próspero. Nuestra labor desinteresada merece reconocimiento, no por vanidad, sino para fortalecer la confianza colectiva.
Invito a los andaluces a valorar este esfuerzo invisible y a apoyar iniciativas que eduquen en diplomacia. Porque en un mundo interdependiente, la paz no se construye con grandes declaraciones, sino con el compromiso diario de quienes trabajamos en silencio por el bien común, por una auténtica Cultura de la Diplomacia.
Carlos Montesa Kaijser