Un objetivo común, una misión y la semilla empieza a germinar. El sueño romántico que tuvo hace seis años Juan Martínez Barea para ir soltando complejos y creerse el talento es ya toda una revolución. El campus Sputnik, que ha vuelto a reunir en el … auditorio Sevilla Center a 500 jóvenes brillantes para despertar en ellos el espíritu del emprendimiento, es la mejor prueba.
Otro año más este empresario sevillano ha vuelto a reunir a las mentes más ingeniosas y mejor amuebladas de la región. Profesionales con agendas tan complicadas como Pilar Manchón, directora mundial de Estrategia de Google; Luis Bolaños, presidente de Naturgreen; David Troya, fundador de Ikono o el coach y escritor Jesús Alcoba. Y esos son sólo los de la primera tanda. Aún quedan dos campus más antes de terminar el año que estarán respaldados por otras personalidades de éxito.
Quizá en la primera edición vinieron por amistad, por curiosidad o porque Sevilla es siempre un destino al que apetece volver, pero esta es la sexta que se celebra y siguen siendo fieles a la llamada. Algo se está cociendo con Sputnik para que este plantel de empresarios y expertos regresen una y otra vez.
Este año no sólo ha habido mentores sobre el escenario, también han tomado la palabra los hijos de este movimiento, los primeros que se cruzaron en el camino de Martínez Barea para cambiar la mentalidad y coger el impulso necesario para hacer cosas grandes. De esta escuela de líderes están saliendo proyectos potentes que van a transformar la sociedad y que pronto abrirán portadas.
En la tierra en la que la primera aspiración de los jóvenes es aprobar una oposición y asegurarse un trabajo de por vida en la administración pública, este tipo de iniciativas son más que necesarias por muy inocentes, arriesgadas o románticas que nos parezcan. Ese ‘cañonazo’ de optimismo -por usar el mismo término que su fundador durante la inauguración del pasado martes- es vital para que una generación más motivadas y menos presa de sus propios complejos tome los mandos.
Sputnik, que recibe el nombre del satélite ruso que cambió para siempre la historia del mundo, invita a volar tan alto como den las alas, pero siempre con la vista puesta sobre el territorio. Ese es el único compromiso que se le pide a los becados, regresar a casa si es que es necesario salir para alcanzar la gloria y construir desde el sur. El territorio no define el éxito, al menos la tecnología recorta esa brecha que antes se antojaba insalvable cuando uno se disponía a emprender. Pero si la idea es buena, no hay barrera geográfica que la mate.