La Unión Europea (UE) ha logrado una transformación histórica en su política energética al reducir drásticamente su dependencia del gas ruso por gasoducto. La proporción de este tipo de gas en las importaciones de la UE se redujo de más del 40% en 2021 a aproximadamente el 11% en 2024, según las últimas estimaciones del Consejo Europeo.
Si se combinan las importaciones de gas por gasoducto y de gas natural licuado (GNL), Rusia representó menos del 19% del total de las importaciones de gas del bloque en 2024. “Hizo posible este descenso, principalmente, el fuerte aumento de las importaciones de GNL y la reducción global del consumo de gas en la UE”, expuso la institución europea.
El petróleo ruso, también en retirada
En paralelo a la disminución del gas, la UE impuso tras el estallido del conflicto una prohibición a la mayoría de las importaciones de petróleo ruso. Sin embargo, se permitió temporalmente la continuación del suministro a través del oleoducto Druzhba, que significa “amistad” en ruso, para dar tiempo a países de Europa Central a encontrar soluciones energéticas alternativas.
Uno de los avances más destacados en este frente lo protagonizó la República Checa, que en abril de este año anunció que dejará de recibir petróleo ruso tras seis décadas de dependencia. La medida fue posible tras una inversión de 60 millones de euros orientada a garantizar nuevas rutas de abastecimiento.
Por su parte, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha mostrado su disposición a aplicar sanciones severas contra Rusia si todos los países de la OTAN cesan por completo sus compras de petróleo ruso. A través de un mensaje publicado en su red social, Truth Social, aseguró que “si la OTAN hace lo que digo, la guerra terminará rápidamente y todas las vidas se salvarán”.
“Estoy dispuesto a imponer importantes sanciones a Rusia cuando todas las naciones de la OTAN hayan acordado y comenzado a hacer lo mismo, y cuando todas las naciones de la OTAN dejen de comprar petróleo a Rusia”, afirmó.
A pesar de ello, otros países como Hungría y Eslovaquia, ambos miembros de la UE y de la OTAN, continúan recibiendo petróleo ruso a través del oleoducto Druzhba. Este ha sido objeto de repetidos ataques por parte de fuerzas ucranianas en las últimas semanas, lo que ha incrementado la presión sobre estos países para acelerar su desvinculación energética de Moscú.
En su publicación, Trump también criticó duramente a estos aliados occidentales que siguen adquiriendo crudo ruso, algo que, según él, debilita la posición común frente al Kremlin. “La compra de petróleo ruso por parte de algunos ha sido impactante. Esto debilita enormemente su posición negociadora y su poder de negociación sobre Rusia”, subrayó.
Ante estas restricciones impuestas por Europa, Rusia ha buscado nuevos mercados para su petróleo y gas. India, China y Turquía, este último también miembro de la OTAN, se han convertido en socios clave en la estrategia energética rusa. No obstante, Moscú todavía manteiene una presencia significativa en el mercado europeo con las exportaciones de GNL, con Francia como uno de los principales compradores dentro del bloque.
Un nuevo mapa energético para Europa
La rápida transformación energética de la UE refleja no solo una respuesta política a la guerra en Ucrania, sino también un reajuste estructural que podría tener efectos duraderos. La reducción del consumo de gas, junto con las inversiones en infraestructuras para importar GNL y el impulso a las energías renovables, están configurando un nuevo mapa energético para el continente.
Lo que hasta hace poco parecía impensable, una Europa menos dependiente del gas y petróleo ruso, se está convirtiendo en una realidad tangible. No obstante, el proceso sigue en marcha y los próximos años serán clave para determinar si la UE puede consolidar esta independencia energética sin sacrificar su seguridad de suministro ni sus objetivos climáticos.