Señor Director:
Respecto al debate sobre el uso del paracetamol y el autismo, quisiera aportar una precisión médica y farmacológica. En Colombia conocemos este medicamento como acetaminofén, mientras que en Europa y otros países se lo denomina paracetamol; la diferencia proviene de la forma como se abrevia su nombre químico, pero se trata de la misma sustancia.
Es importante evitar frases absolutas como “el analgésico más seguro durante el embarazo”. Ningún medicamento es totalmente inocuo: todos producen efectos adversos que dependen de la dosis, la duración y las características de cada paciente. En el caso del acetaminofén, la dosis máxima recomendada en adultos suele estar entre 3 y 4 gramos al día, siempre ajustada de manera individual.
También conviene diferenciar entre reportes anecdóticos –observaciones aisladas sin control riguroso– y los estudios clínicos de seguimiento, que analizan datos de poblaciones grandes que permiten conclusiones sólidas. La evidencia científica debe guiar la discusión, evitando alarmas injustificadas, pero también reconociendo la necesidad de un uso responsable y vigilado.
Luis Fernando Cifuentes
Médico – Farmacólogo clínico de la Universidad de los Andes
El sistema de salud
Señor Director:
No hay duda de la grave crisis del sistema de salud. Solo hay que ir a urgencias. Las IPS hacen lo que mejor pueden, pero necesitan recursos, que las EPS les paguen. Pero resulta que, ahora, las que han sido intervenidas son las que más deben. Ya hay hospitales que no prestan el servicio a algunos afiliados, pues suspendieron el convenido con alguna de estas EPS. Y ni pensar en las citas médicas o en la entrega de medicamentos, que no los hay completos y piden que el usuario regrese después, hasta que se vence la fórmula.
¿Será que el Presidente de vedad no sabe cómo está la salud de los colombianos? Él habla maravillas, pero la realidad es muy distinta. Es un calvario para muchos.
José Francisco Piñeres
Servidores públicos
Señor Director:
La democracia en Colombia ha brindado a los ciudadanos la oportunidad de elegir a sus gobernantes y participar en las decisiones del Estado. Sin embargo, parece que quienes son elegidos a menudo olvidan que su papel es ser servidores públicos de la ciudadanía, y que su compromiso es cumplir con lo que prometieron. Un presidente, un gobernador o un alcalde son gerentes públicos responsables de administrar recursos, dirigir equipos y tomar decisiones en beneficio de todos.
El poder que reciben no debería ser utilizado para generar polarización y odios, alimentar egos o refugiarse en discursos vacíos o en la euforia de las redes sociales. Colombia no necesita mesías políticos, sino servidores comprometidos con la paz, el desarrollo y la armonía social, capaces de generar confianza y resultados tangibles en la vida de las personas, liderazgo sobrio con visión de Estado.
Gustavo Camelo
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