Obviamente me refiero a la Bayona galaica, que es la fetén, y tan llena de historia como para ser considerada como visita obligada a todos los que peregrinan hacia la cornisa occidental peninsular. Cosa que podrá llenar de pavor a los naturales pontevedreses por … la presencia en sus costas de un mayor número de ‘fodechinchos’ aparcando en las zonas de subida de las mareas, y empeñadas en pedir bocatas calamares allá donde vayan. Imagen absurda del mesetario en general y del madrileño en particular, que se ha extendido como leyenda costera estos años de manera irreal. Porque uno, que lleva sangre carpetana por sus venas, y es más de Madrí (como así pronunciamos los del Foro), que la guapa Cibeles, no ha recibido más que cariño y buenas viandas cada vez que me dejo caer por tan bellas tierras. Y sí, pronunciamos Sangenjo y escribimos Bayona, no por ánimo de ofensa alguna hacia esos lugares que nos gustan tanto peregrinar en nuestros asuetos. Es que en nuestro castellano así se señalaba la primera localidad desde al menos 1519, que sepamos (sin tener que ver nada con un presunto San Ginés, que a los madrileños nos llama a churros y chocolates), y a la segunda, con esa grafía desde que Alfonso nono de León en una carta puebla, hablara de una «villae de novo nomen Bayona» (sic), en 1201. Ya ven.
Es lugar donde se encuentra el célebre parador del Conde de Gondomar, construido sobre las ruinas del Castillo de Monterreal, y éste sobre el castro de dos siglos antes de nuestra era. La de Jesucristo, ya saben. Si tendrá tela pasear por estos lugares, como quien no quiere la cosa, que a veces los turistas y hasta paseantes locales no saben que se encuentran pisando donde lo hiciera nada menos que Julio César. De los primeros en hacer turismo en las Cíes persiguiendo a los irredentos lusitanos, en espera de su flota que debía llegar desde Cádiz. Y en ese ‘castellum’ de Monte del Buey, lo que un día se llamó Erizana, iba a ser testigo de otros ilustres ‘fodechinchos’: Desde el rey godo Recaredo al caudillo musulmán Almanzor, pasando por unos normandos algo asalvajados igual que sus descendientes haciendo ‘balconing‘. Aunque de estos igualmente pasaron por acá los anglos del Duque de Lancáster, que se las verían con las mujeres de Palencia cuando llegaron a la sede de la Bella Desconocida, dándoles la del pulpo como luego volverá a hacer María Pita en La Coruña. Pero estas son otras historias…
Bayona y todo ese monte donde hoy está el mencionado parador, guarda también los ecos del sanguinario Conde de Camiña, don Pedro Álvarez de Sotomayor, que por estos lares se le conoce como Pedro Madruga, ya que el muy pillín hacía sus ataques antes de despuntar el alba, pillando a sus presas sin desayunar y en pijama. Ecos de los Reyes ‘Fodechinchos’ Católicos, que son los que le dan el realengo para pasar a ser de Monte del Buey a Monte Real. O de otro ‘fodechincho’ vallisoletano, un tal Felipe II, para dotarle de una fortaleza como se merece. Pues hablamos de un sitio donde el ‘fodechincho’ Juan II de Castilla, otorgaría privilegio para ser, junto a La Coruña, los dos únicos puertos de Galicia para comerciar con el extranjero, desde 1425.
Pero el hecho que a mí más me gusta es que Bayona fue el puerto que uniría dos mundos. Pues aquí sería donde el Descubrimiento de América tomó forma. Seguramente a aquellas tierras llegaron antes fenicios, romanos, vikingos y pescadores vascos. Pero nadie volvió para contarlo. Pero una carabela, la Pinta, de Alonso Pinzón, llegaría un 28 de febrero de 1493. ¿Y cómo es que llegó tan al norte, cuando la idea era volver a Palos y, desde luego, evitar Portugal? Pues porque el piloto de la veloz carabela… ¡era vecino de Bayona! El olvidado Cristóbal García Sarmiento Y qué mejor que tirar ‘pacasa’ sabiendo cómo cabotar y ponerse al abrigo de una costa sin duda peligrosa. Lo sé, pues navegando con mi buen amigo Jorge Alonso, emproando hacia Agoeiro, me mostró cuán complicado es hacerlo sin ser de un lugar donde, lo fácil, eso sí, es luego darse un homenaje a base de centolla macerada con Albariño, chipirones encebollados, camarones de la Ría, cigalitas de Marín, langosta de La Guardia, y un buen pulpo tomado con palillos, ¡jamás con tenedor! Pues la Historia aunada a la gastronomía, siempre sabe mejor. ¿O no?