Es ya un tópico de la geopolítica lo de declarar muerto y sin resurrección posible el orden liberal que se habría impuesto en el planeta, tras la Segunda Guerra Mundial, bajo el liderazgo de Estados Unidos. En realidad, ese orden nunca llegó a existir, aunque … la hegemonía estadounidense era ya evidente desde agosto de 1945. Cayó la Bomba y se instaló el Sistema, escribió alguna vez, no sin razón, el poeta comunista Manuel Vázquez Montalbán. Pero fue un Sistema, no un Orden. Ahora bien, si lo que se pretende es hacer pasar gato por liebre y sistema por orden, pelillos a la mar, pero un sistema, al contrario que un orden, no tiene reglas: aparece cuando se alcanza un equilibrio táctico entre fuerzas contrapuestas. Y eso fue precisamente lo que sucedió en 1945, cuando los Estados Unidos emergieron como la única superpotencia, o sea, como el único dueño de armamento nuclear. En agosto cayó la Bomba; en octubre se instaló el Sistema –la ONU– y empezó la Guerra Fría.
La ONU no es un Estado: nunca ha tenido el monopolio mundial de la violencia y, por tanto, carece de poder para imponer las decisiones de su Asamblea General a los Estados miembros. A sus ochenta años (es casi coetánea de Trump, nacido ocho meses después de su fundación) presenta síntomas de estupidez senil muy semejantes a los del presidente norteamericano: análoga jactancia disneyana, por ejemplo. Como Donald, alardea de haber resuelto innumerables conflictos (el número siete, para Trump, tiene la misma pretensión de totalidad que el Siete bíblico: cuando dice haber terminado con siete guerras quiere decir precisamente eso, que ha puesto fin a todas las guerras). Ni Trump ni la ONU han conseguido parar ningún conflicto en marcha ni detener matanza alguna. Aquel tiene los mismos méritos para que le den el Nobel de la Paz que pudo ostentar esta cuando se lo concedieron en 1988 y 2001. Aunque, si de méritos se trata, por qué no dárselo a Perico Saunas, como ha pedido su ministro ayuda de cámara y lamelibranquio: tiene incluso menos que la ONU y Trump juntos. Además, cómo se explica que todavía no haya un Nobel de la Paz español cuando hasta Bielorrusia cuenta con el suyo.
Con todo, lo más patético de la Asamblea General de esta semana no fue la intervención de Trump. Ni siquiera la del Saunas, que pasó felizmente desapercibida. No: el momento culminante del despiporre asambleario llegó cuando Erdogan exhibió una fotografía de gazatíes muertos en los bombardeos. ¡Erdogan, nada menos! Fue como si Hitler hubiera montado un numerito parecido por las víctimas civiles francesas del desembarco aliado en Normandía. ¡Erdogan, el valedor de los Hermanos Musulmanes en todo el mundo, el yihadista doméstico de la OTAN! En fin, que la ONU está mucho más fiambre que el orden liberal, pero que le quiten lo bailao.
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