Estamos estamos en el debate sobre el uso de los dispositivos digitales en la escuela e irrumpe la Inteligencia Artificial como promesa o amenaza de una transformación total del mundo. Quienes la han probado se habrán sorprendido de su capacidad de resolución inmediata de problemas … o elaboración de procesos que antes requerían mucho tiempo y esfuerzo. Incorporada al tratamiento y creación de imágenes, su capacidad de generar contenidos irreales generará un universo virtual de proporciones incalculables del ocio a la política, algo que ya genera controversia cuando es utilizada con fines espurios.
Mientras el algoritmo adquiere poder, mueve la economía, maneja la geopolítica, y proyecta la nueva era, seguimos perdidos en debates como el uso de dispositivos digitales en las escuelas. Los gobiernos dan bandazos desde la permisividad a la restricción total. Acierta la Junta de Andalucía al no seguir la tendencia a prohibir para hacer a la escuela un vector de formación en el uso de la tecnología entre los alumnos y, por derivación, sus padres, verdaderos responsables de asegurar el buen uso de las mismas en sus hijos, pero perdidos, como casi todo el mundo, por el avance meteórico de una nueva dimensión que les supera. Los docentes, como los responsables en áreas del conocimiento, deben asumir protagonismo porque va a ser necesario saber interpretar esta revolución. Y con ellos, toda la sociedad debe prepararse para reivindicar un nuevo renacimiento que sitúe al hombre por encima de la tecnología, con la misión de impregnar de valores nuestra relación con ese progreso para que verdaderamente lo sea y no termine en involución. La tecnología no es mala en sí misma. Un dron puede bombardear Kiev o representar el Espíritu Santo iluminando el cielo del Vaticano. Restringir por miedo pantallas o dispositivos y no adaptar la enseñanza a la era de la IA, es contraproducente porque ayuda a hacernos vulnerables. Fomentar el analfabetismo digital, sobre todo en menores, es colaborar con quienes se frotan las manos ante la inminencia de una sociedad ciberdependiente a la que se manejará a golpe de tecla. Una sociedad que renegará del esfuerzo o de aprender a calcular raíces cuadradas o estudiar idiomas, porque ya les traduce el Ipod. Una sociedad de cerebros aperreados, que preferirá ver porno a hacer el amor, consultar a aprender; que optará por un gurú antes que por un maestro, que se informará a golpes de redes polarizadas y consumirá sumisa mensajes de legitimación de la violencia…
Empezamos a preguntar a ‘Alexa’ si iba a llover y ya le otorgamos criterio al algoritmo para que decida por nosotros adónde viajar, qué comer, con quién ligar o a quién votar… A tenor de los líderes mundiales que nos representan, el nuevo mundo ya está aquí. No extraña que haya jóvenes preguntando a la IA cómo bajarse.