Nuestra visión del mundo está moldeada por el mapamundi que veíamos colgado en la pared de la escuela. La percepción que tiene el ser humano de la realidad siempre ha sido un elemento inducido por la educación, la cultura o la política. Europa siempre, por historia y por voluntad, tuvo la vocación de liderar ideológicamente el mundo, al mismo tiempo que lo descubría, colonizaba, categorizaba y ordenaba. Esta situación, hoy en día, vive una clara degradación, pocos liderazgos significativos nos quedan más allá de nuestra clara sensación de ser un referente moral y ético.
La cartografía mundial, descrita desde la centralidad europea, demuestra cuan ingeniosos fueron nuestros antepasados para ejercer su visión ideológica del planeta, esa que ahora con otras formas tratan de ejercer Trump y Xi. El mapamundi que el holandés Gerardus Mercator dibujó en 1569, y que todavía define la supuesta morfología de nuestro planeta, fue una herramienta técnica para los navegantes, pero nunca una representación neutra de la realidad, sino un artefacto ideológico con una visión del mundo que todavía perdura.
En el mapa, Groenlandia es más grande que África, cuando esta última es quince veces mayor
El continente africano, el hermano pobre en la ordenanza global, por tanto, relegado a la falta de liderazgo en la definición del mundo, ha alzado la voz: el tamaño de su geografía es mucho mayor que el representado. Por ejemplo, Madagascar, que dobla en tamaño al Reino Unido, queda esbozado con idéntica dimensión. En el mapa, Groenlandia es más grande que África, cuando esta última es quince veces mayor.
En 1973, un europeo, Arno Peters, hizo una nueva proyección, pero fracasó. ¿Qué más difícil que conseguir cambiar todos los mapas del mundo? Nos explicaron una versión tergiversada, el mapa era el relato, es decir, la cartografía era ideología. Las realidades se crean desde las percepciones, que demasiadas veces tienen un sesgo instrumental. Algunos, como este, han durado cinco siglos. Los posicionamientos son verdades asumidas por nuestro cerebro que, aunque partan de una falsedad, son muy difíciles de alterar, una vez establecidos. Recuerden la frase del funesto Göbbels, ministro de la Propaganda del Tercer Reich, “una mentira repetida mil veces acaba siendo una verdad”.
Lee también
Hoy vivimos en un mundo donde se lanzan mentiras a diario, con mayor o menor éxito, con estructuras profesionales dedicadas a ese cometido, que tienen toda la voluntad de establecer posicionamientos ideológicos sobre su visión del mundo, con mucha más capacidad de percolación comunicativa y de difusión inmediata que lo hizo un mapa. Nunca mejor dicho: aviso para navegantes, todos lo somos.