La marea de la derecha autoritaria sigue subiendo en Occidente y, en Portugal, se celebrarán el 12 de octubre elecciones municipales: calibraremos entonces la magnitud actual de este oleaje en el oeste de la península Ibérica. El tsunami de casi millón y medio de votos obtenidos por Chega (Basta), el partido de la derecha radical, que conquistó sesenta escaños y el segundo puesto en las generales de mayo (sorpasso histórico de los socialistas, relegados a tercera fuerza), puede llegar ahora a muchos ayuntamientos, sobre todo en el sur del país.
El poder local es uno de los pilares de la actual democracia lusa. El régimen nacido de la revolución de los claveles de 1974 tuvo muy en cuenta las lecciones de grandes figuras del siglo XIX, como Alexandre Herculano, que plantearon la necesidad de revitalizar los municipios, reduciendo el centralismo de Lisboa. La Constitución de 1976 creó las autarquías, vocablo sonoro, con empaque, que solemniza la importancia del poder local.
Portugal es así un país fuertemente municipalista, sin regiones definidas en su territorio continental, al contrario de España, en que nacionalidades históricas y regiones desempeñan un papel fundamental. Hay solo dos autonomías regionales, cuya explicación es la distancia geográfica, la soledad atlántica de los archipiélagos de las Azores y Madeira.
El 12 de octubre, Chega intentará consolidar su poderío a través de la conquista de un buen lote de alcaldías. Los carteles de este partido son muy claros: en todos ellos, aparece en segundo plano el líder André Ventura y, en primer plano, la fotografía del candidato local, presentado como una emanación, un replicante respaldado por el gran jefe. El mensaje es diáfano: “Has votado a Ventura en las generales, ahora vota a este señor en tu municipio”.
Chega era hace un par de años una banda de esperpentos alrededor de su profeta Ventura. Ahora ya dispone de personal político presentable, y Ventura ha decidido mover sus mejores piezas para las casillas de las candidaturas a las alcaldías. Estamos ante una operación de asalto al poder local bien organizada.
Otro dato clave saldrá de las urnas. El nuevo líder del Partido Socialista, José Luís Carneiro, ha dado un volantazo hacia el centro, dejando atrás las veleidades izquierdistas de su antecesor, Pedro Nuno Santos. Los socialistas se han labrado una larga y meritoria historia en el poder municipal. Los portugueses quizá decidan devolverles el segundo puesto, o incluso el primero, de la vida política nacional.
En Portugal mucha gente se ha sentido abandonada, y la rabia, hoy, vota en la derecha radical
Carneiro es una garantía importante de la actual estabilidad: conservando vestigios de la pronuncia de la región norte de Portugal, su tierra natal, este antiguo ministro del Interior de António Costa se ha afirmado como un socialista humanista, vocablo que usa con frecuencia, y un político equilibrado. Su sentido común asegura que no habrá tan pronto nuevas elecciones generales. Aunque en cada municipio existe una vida política propia, figuras que han construido a lo largo de muchos años su prestigio y donde la gente vota sin acordarse de partidos, este talante sereno de Carneiro podría ser premiado por los electores.
Y aquí nos topamos con la figura siempre sorprendente del actual primer ministro, Luís Montenegro, del PSD (centroderecha). Los portugueses aprecian su dinamismo, su creatividad política, sus ganas de dar un impulso de cohete a la economía, su optimismo, pero, de cuando en cuando, Montenegro se equivoca. Durante los terribles incendios de este verano, mantuvo un perfil discreto: afirma haber estado siempre al mando y el Gobierno ya ha lanzado medidas de apoyo a los damnificados y de reorganización de la política forestal, pero una parte del país lo echó de menos en la primera línea del drama. Los resultados de la coalición AD, en que se integra el PSD, algo nos dirán de la popularidad de su Gobierno.
Es probable que estos espantosos incendios huracanados del estío jueguen a favor de Chega: mucha gente se ha sentido abandonada, y la rabia, hoy, vota en la derecha radical. Lisboa es la joya de la corona del poder municipal del PSD, pero la tragedia del Ascensor de la Gloria, que era una de las estampas más entrañables de la ciudad, ha colocado contra las cuerdas al alcalde, Carlos Moedas, excomisario europeo y figura de proa del partido que gobierna el país. En Oporto, sale el independiente Rui Moreira, después de los tres mandatos consecutivos que la ley permite, y habrá ahí otra gran batalla entre centroderecha y socialistas.
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El tiempo corre a favor de la extrema derecha: es una tendencia global, sistémica. El Occidente maltrecho salido de la gran crisis del 2008 primero se encariñó con el protesto de izquierdas, pero cuando la modestia permanente llegó a generaciones más jóvenes, que ya no tuvieron pósters del Che en sus habitaciones adolescentes, todo cambió. Agonizante el imaginario de izquierdas, regresaron los viejos arquetipos nacionalistas, que jamás desaparecieron del todo. Hoy, hay grandes países que, cuando las cosas no les van bien y no les gusta el mundo que los rodea, se inventan nuevos autoritarismos, bocetos de una dictadura, que son como escupitajos que lanzan a la cara del resto de la humanidad. Por desgracia, esto ocurre en Occidente.
No obstante, en Europa por lo menos, todavía existe una mayoría que quiere otra cosa, que busca otro camino, sin saber por dónde tirar. El día 12 veremos si se aclara un poco, en Portugal, el mapa de nuestra desorientación presente.