La escritora y periodista Elvira Lindo ha sido, este domingo, la protagonista de una nueva entrega de Salvados, donde respondió a las preguntas de Gonzo con la calma de quien ya ha vivido unas cuantas vidas en una sola. Entre paseos, cafés con hielo y silencios en el cementerio de Ademuz, el pueblo de la madre de la autora de Manolito Gafotas, ha salido a relucir el episodio de la llamada telefónica del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la que le ofreció hacerse cargo de un ministerio.
Sí, el presidente del Gobierno marcó su número para proponerle dirigir el Ministerio de Cultura. “Me dijo, soy Pedro Sánchez y quiero ofrecerte algo, y le dije pues… no sé. Dame media hora”, comentó Elvira Lindo con ironía. Y en ese tiempo, lejos de trazar un plan de gestión, la escritora se permitió un momento de disfrute personal. “Me voy a sentar aquí un rato con este poquito de vanidad, así de… ¡han pensado en mí para esto!”. El espejismo duró lo que tardó en devolverle la llamada a Sánchez con la respuesta: “Lo llamé y le dije que se lo agradecía, pero estaba convencida de que era un disparate”.
El disparate no era la cartera ministerial, sino el encaje de su perfil en un Gobierno y en la vida política. Elvira Lindo lo ha explicado con la sinceridad que definen sus columnas en el diario El País: “Yo te puedo hacer meter la pata, que soy imprevisible, voy a decir lo que pienso. Que yo entiendo que luego, en política, tienes que aceptar cosas porque todo el mundo tiene que tragarse sapos, pero yo no soy la persona”, sentenció la escritora.
La escritora recordó, además, que la política ya había pasado por su casa de la mano de su pareja, el escritor Antonio Muñoz Molina. Contó que, los dos años que él fue director del Instituto Cervantes en Nueva York, trabajaba como un ejecutivo y salía de la oficina a las diez de la noche, apenas tenía tiempo para escribir y que, además, tenían que convivir con la crítica permanente. “Quince años después todavía lees comentarios en redes de: “claro, como este está cobrando del Cervantes de Nueva York…”, lamentó. La experiencia le sirvió para entender el precio de la exposición pública y, también, para marcar un límite en su propia vida. “Yo como sigas teniendo un cargo público, no quiero vivir así. Si quieres dejarlo, déjalo, porque yo no quiero esa vida”, le comentó a Muñoz Molina, que renunció al cargo: “Fuimos mucho más felices”.
La charla con Gonzo no se quedó solo en Moncloa. Viajó también a los años 90, cuando Elvira Lindo escribía guiones en la televisión privada. Allí se cruzó con el realizador Valerio Lazarov gritando porque los culos de las Mamachicho (un grupo de bailarinas italianas que Telecinco trajo en sus primeros años para animar la parrilla con números eróticos) no salían lo suficiente en pantalla. “Era un ambiente grosero y condescendiente”, recordó, salpicado de frases tan machistas como inolvidables.
Tampoco olvidó al ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi: “Encantador y bajito”, dijo entre sonrisas, para después remarcar lo importante: “El entretenimiento sí importa. Berlusconi cambió Italia, Trump llegó desde un reality show”. El viaje televisivo se completó con sus inicios en la radio y el nacimiento de Manolito Gafotas, un personaje que la convirtió en referente de la cultura popular y que sigue acompañándola.
En mitad de la entrevista se unió Antonio Muñoz Molina. Juntos hablaron de salud mental y de cómo la vida en el campo se ha convertido en terapia. “La tierra mejora el estado de ánimo”, explicó ella, evocando la etapa más dura de la depresión de su pareja y el alivio encontrado en la azada.
Y como en los buenos relatos, el broche fue íntimo. En el Mirador del Recuerdo Eterno, Gonzo lanzó la pregunta más sencilla y más difícil: “Elvira, ¿y tú cómo estás?”. Lindo sonrió y respondió sin imposturas: luchando, como siempre, por salir adelante.