Hay futbolistas que se quieren tanto que se soban admirados como están de su cuerpo fornido. Se tocan huesos y musculatura mucho más de lo que te tocas tú el jersey cuando te sacudes el azúcar glasé que te ha caído de la ensaimada. Si además añades títulos individuales para su mayor gloria, como el Balón de Oro, el ego se desborda, se besan los músculos y se los miden con cinta métrica.
Retrato mural de Lamine Yala, obra de la artista TV Boy, en Barcelona
El 22 de septiembre se celebrará este certamen. Es uno de tantos premios individuales que se dan. En este caso, al mejor jugador de la temporada.
Lamine Yamal es uno de los candidatos a ganar el Balón de Oro y también, en opinión de algunos, a formar parte del grupo de jugadores de ego inabarcable. Muchos aficionados le reprochan que celebre sus goles poniéndose una corona imaginaria. “A un rey lo coronan, no se corona él mismo”, le recriminan en X. Contribuyó todavía más a la crítica que recientemente afirmara que soñaba con tener muchos Balones de Oro, y que si no los consigue es porque no ha hecho “las cosas bien”. “O porque no he querido”, añadió.
En todo caso, no hace más que seguir la estela de otros ilustres. Cristiano Ronaldo, por ejemplo, que hace años dijo algo parecido. También tiene frases para la historia. Su “por ser rico, por ser guapo, por ser un gran jugador me tienen envidia” es insuperable. Pero quizás, a muchos aficionados al fútbol, fue Hugo Sánchez quien les descubrió por primera vez la vanidad que rodea a este deporte. “Me gustaría conocer al macho que va a sustituirme, me gustaría conocer al macho que va a meter treinta goles como yo”, dijo el jugador del Real Madrid en 1991, cuando parecía que tenía un pie fuera del equipo.
Lee también
Lo del mexicano, lo del portugués y lo del mataronense se llama egotismo: el deseo persistente de hablar de uno mismo y de exaltar el yo. Yo guapo, yo macho, yo rey. También tiene ingredientes de egocentrismo: el vicio de creerse siempre el centro del mundo. Yo soy yo sin mis circunstancias. Que te quede claro, Ortega.
Sea como fuere, hay tres cuestiones que considerar. La primera: si no es la industria del fútbol la que alimenta estos egos. Porque no solo está el Balón de Oro. Un repaso rápido: The Best, Bota de Oro europea, Guantes de Oro, mejor jugador del Mundial/Eurocopa/Copa América, Golden Boy, el Kopa, el Yashin, el Puskás, MVP del partido, y muchos otros. Algunos de ellos se fomentan incluso entre categorías inferiores. Todo en nombre del marketing.
En segundo lugar. Cada vez que se acerca la fecha de entrega del Balón de Oro, se da el mismo debate sobre si, siendo el fútbol un deporte colectivo, es oportuno que se otorguen premios a nivel individual. En las redes, la discusión es clásica. “Este tipo de premios siempre es absurdo en deportes colectivos”, dice @jlpr62; “[Antes] tenía otros criterios más individuales que colectivos, pero hoy en día el Balón de Oro es más colectivo”, refuta @ili_ebang2, en el sentido de que, a su parecer, son los éxitos del colectivo los que acaban encumbrando al individuo.
Y, con todo esto por delante, hay un tercer punto: si el hecho de que tengan un ego sin medida es realmente pernicioso. Para ellos y para el colectivo. “Los egos matan el éxito [colectivo]”, dijo hace poco Hansi Flick. Es algo que puede suceder. Pero también hay que tener en cuenta un aspecto que combate esta idea: son egocéntricos y egotistas, sí, pero siéndolo Cristiano y Hugo, han fortalecido una ambición que ha cristalizado en éxitos para el colectivo que han representado.
Así que, al fin y al cabo, si no eres Messi, en ocasiones el ego es tan imprescindible en el fútbol como la pelota. Lamine, carta blanca. Adelante con la cinta métrica.