La escritora Espido Freire ha escrito un libro titulado Guía de lugares que no existen, con el que ha ganado el premio Eurostars de Narrativa de Viajes. No se trata de un atlas convencional, sino de un mapa íntimo de lo que hemos perdido. Es un homenaje a la memoria, que considera que es la única patria duradera. Hablando con ella, se me ocurrió que se podría hacer otra guía, no menos nostálgica, de paisajes políticos que ya no existen. El consenso entre partidos borrado por el afán de poder, la moderación en los discursos devastada por los insultos o la centralidad de las soluciones dinamitada por el fanatismo serían escenarios tan insólitos como los prados infantiles invadidos por el cemento, las estaciones de tren olvidadas como consecuencia de la España vaciada o los zocos arrasados por la guerra en la narración de Espido.
Los lugares que no existen de su libro acostumbran a ser silenciosos. En cambio, las políticas que no se frecuentan han sido víctimas del ruido. Los plácidos paisajes de la memoria invitan al ensueño, los pasajes gratificantes del recuerdo político han sido abatidos por la inquina parlamentaria.
Un país como España, que supo construir una democracia sobre los restos del franquismo, que fue capaz de resistir a los involucionistas, que apostó decididamente por la modernidad, que se sintió europeo como ningún otro y que fue campeón de la tolerancia, se ha acomodado a la política de trincheras, ve impasible como crece la extrema derecha y asiste sin respuesta al festival de la ofensa en que se ha convertido el Parlamento.
La política de la moderación y del consenso es solo un paisaje de la memoria
No parece que el mundo vaya mejor, pues es un lugar donde los oligarcas no solo dominan la Tierra, sino que la ponen en peligro. Donde la libertad ha perdido el valor como si fuera una moneda en desuso y donde la violencia ha dejado de ser una amenaza para convertirse en un reel de Instagram. Pero duele más lo cercano, allí donde nacimos y crecimos, seguramente porque los recuerdos son más indisolubles.
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Se da el caso de que anteayer Núñez Feijóo, el líder del PP, llamó a la moderación a su partido, después de meses de furia, y los suyos se desconcertaron. Pensaron que tenía un ataque de nostalgia. El recuerdo de lugares comunes que ya no existen.