AL gobierno de José Luis Sanz se le ha atragantado definitivamente el proyecto de los toldos en la Avenida. Quería el alcalde que fuera el estreno estrella del verano y que los sevillanos y turistas ávidos de un poquito de sombra celebraran por todo el … alto que al fin se había desbloqueado un asunto con el que amagaron otros ejecutivos pero que nunca llegó a ser realidad. Pero lo cierto es que la jugada no le ha podido salir peor. Los más optimistas dicen que por lo menos el debate de este año es si nos gusta más o menos la solución que se ha arbitrado o que la sombra da más al tranvía que a la gente, aunque los retrasos en los plazos previstos y el boicot de algunos de los implicados han terminado por provocar más de un dolor de cabeza inesperado que debe invitar a una reflexión sobre si la gestión ha sido la más adecuada.
Prometer que las velas iban a empezar a colocarse después de Semana Santa y que estemos en septiembre y todavía haya toldos sin poner es algo que resulta muy difícil de justificar. No es menos cierto que el proyecto ha resultado complejo desde un principio por los reparos de Patrimonio al tratarse de una zona especialmente sensible, pero no parece ser ese un motivo suficiente para sostener este culebrón que ha terminado por convertirse en la auténtica serpiente informativa del verano. Se ha echado en falta más diligencia en la gestión, sobre todo si se recuerda el precedente de las lonas en el Paseo Marqués de Contadero que ya el año pasado puso en evidencia la planificación, con un retraso casi eterno y el temporal de viento que arrasó con ellos para coronar la jugada.
El caso es que la Avenida sí tiene toldos este año, pero a un precio demasiado elevado para el alcalde. El último capítulo de la rocambolesca historia ha sido la aparición de dos nuevos actores inesperados que han reclamado su protagonismo en este lío. El Banco de España ha mandado una carta a Sanz en la que dice que su fachada no se toca y que allí no se ponen anclaje porque el daño sería «irreparable». Y, por si fuera poco, hay alguien que se ha dedicado a cortar los cables tensores a la altura del número 36 de la Avenida porque no le había pedido permiso. O sea, que si a usted no le gusta lo que el Ayuntamiento hace junto a su casa, se puede tomar la justicia por su cuenta. Mal ejemplo ese para el sentido común ciudadano.
El curso ha empezado donde lo dejamos, con media España mirando a Sevilla por la absurda polémica de los toldos que cada día va a más. En la vida hay veces que es mejor parar a tiempo y lo que debería hacer el alcalde es dejar las cosas como están y repensar bien el proyecto para el año que viene, aprendiendo de los errores que se han cometido. Para lo que queda de verano, esto ya no lo arregla ni Currito dándole al botoncito, ni Leopoldo echando el toldo. Y me insistirán en que sí, en que al menos ha habido sombra. Pero el tiempo dirá si mereció la pena tanto desgaste para dejarlo todo a medias.