¿La oleada trumpista que bate a EE.UU. durará décadas? Como economista me gustaría argumentar que una crisis económica la romperá pronto. Pero no puedo. Creo que si ha de ser la economía, tendremos que esperar un tiempo insufriblemente largo.
El dinamismo de la economía norteamericana ha sido destacable y eso comporta mucha inercia. Cierto, China lo ha sido más, pero los diferentes grados de desarrollo hacen que la comparación no sea adecuada. Lo es comparar con Europa, y aquí gana de lejos EE.UU. Consideren la innovación. Hubo un tiempo en que Francia intentó liderar la tecnología telemática con Minitel, barrido por internet. Nokia, víctima del iPhone, estuvo en la frontera de la telefonía móvil. Podría continuar hasta hoy. Por ejemplo, con el ascenso y caída de Novo Nordisk. Pero dejémoslo.
Es indudable también que la economía de EE.UU. tiene fragilidades. No las que señala Washington (déficit comercial), sino la acumulación de deuda y la desigualdad, a las que se suma la incertidumbre de una política económica volátil y desacertada para los intereses a largo plazo de EE.UU. Pero creo que la sangre no llegará al río, entre otras cosas porque la propia economía avisa cuando la política la pone en peligro. Lo vimos con la reacción drástica del mercado de bonos, el 2 de abril, a un anuncio insensato de aranceles. Se rectificó el 9 de abril –lección aprendida– y desde entonces la bolsa ha tratado los giros de la política económica oficial como ruido de fondo.
Hoy la proximidad del mundo empresarial a la Casa Blanca es muy grande. El alineamiento de Silicon Valley ha sido espectacular. Las empresas solo serán protagonistas de la oposición a la oficialidad si globalmente salieran muy perjudicadas. Pero no es el caso, al contrario. Los aranceles les parecerán estúpidos, pero se aguantarán porque ganan en otros aspectos. Ciertamente las medidas fiscales (aranceles) y monetarias (bajada de tipo de interés) orientadas a contener déficits y embridar la deuda serán inflacionarias. ¿Pero quién duda que si la inflación se presenta con fuerza, el pragmatismo prevalecerá y subirán los tipos? No se pondrá en peligro el apoyo del mundo económico. Con respecto a la desigualdad y el empobrecimiento, diría lo mismo. Si el peligro de una explosión social es inminente, Trump redescubrirá la política social.
Si la economía ha de romper la oleada trumpista, tendremos que esperar mucho tiempo
¿Pero se lo podrá permitir? La deuda puede ser el talón de Aquiles del trumpismo, pero no a corto plazo. Un estudio reciente del muy competente think tank europeo Bruegel señala que EE.UU. tiene margen para ir acumulando deuda si puede arraigar cierta confianza, o autoengaño, de que en algún momento (2035 o, mejor, 2030) se tomarán medidas para revertirlo.
Otra razón para considerar que el trumpismo puede ir saliendo adelante en cuanto a la economía es que ha roto el orden económico internacional de forma prácticamente irreversible, y el vacío se llena con procesos desordenados de negociación en que, por ahora, tiene ventaja. Los EE.UU. de Trump quieren relacionarse con el mundo desde una fuerza que indudablemente tienen, con espíritu coercitivo y para extraer (palabra de moda) recursos y rentas en beneficio de sus empresas y ciudadanos-votantes.
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Así, por ejemplo, Europa le comprará energía y material de defensa que preferiría no comprar. Roma y otros imperios conocieron momentos así. Una advertencia: el marco económico ha cambiado y hay más incertidumbre, un caldo en que pueden pasar cosas inesperadas. Por definición, de estas no podemos hablar. Pero, paradójicamente, son las más peligrosas.
Pienso, en cambio, que la vida no se acaba en la economía y hay otras fuerzas en acción que pueden romper la oleada. El margen que ha hecho decantar el voto hacia Trump es ideológico: formas diferentes de entender los fundamentos de la convivencia cívica y de las relaciones con el resto del mundo. Cosas como el control de armas. Revelado lo que pasa cuando el fanatismo gobierna, la sociedad se decantará por preservar las libertades democráticas y el Estado de derecho. Una pregunta válida es si se mantendrán los procesos electorales que lo permitan. Habrá intentos de pervertirlos, pero tengo la convicción de que fracasarán. Hay esperanza.