“Hemos iniciado una poderosa operación en la ciudad de Gaza”. El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, ha confirmado esta mañana que el asedio a la franja palestina entra un nuevo estadio. Empieza la invasión terrestre de su capital, aún en sus “fases iniciales” pero activada al fin, y con ella se multiplican los miedos: a un mayor daño a los civiles palestinos y a un final sin esperanza para los rehenes en manos de Hamás, para empezar.
A menos de un mes de cumplir los dos años de ofensiva, lanzada tras los atentados del partido-milicia del 7 de octubre de 2023 (1.200 muertos, 251 secuestrados), los cadáveres son ya 65.000 a las orillas del Mediterráneo, sumando sin clemencia, día a día. Hasta ahora, por bombardeos y drones y disparos en colas de alimentos y hambre en sí, pero desde este martes se suma la artillería y el fuego directo en las mismas calles. Donde todo está destrozado, sí, donde no parece que se pueda aniquilar nada más.
Y, sin embargo, el Ejecutivo de Tel Aviv insiste. Estas son las razones, el contexto y las posibles consecuencias de lo que Hamás ha llamado “una clara limpieza étnica”.
El escenario
Según ha informado esta mañana el Ejército en una sucinta comunicación con periodistas “anoche, se pasó a la fase principal del plan para la Ciudad de Gaza. Siguiendo las directrices del escalón político, las Fuerzas del Comando Sur de las FDI han ampliado la actividad terrestre hacia el principal bastión de Hamás en Gaza” que, entienden está en esa zona, al norte de la franja. Esta fase, añade, “se define por una maniobra coordinada y gradual que combina inteligencia precisa, fuerzas aéreas y terrestres dirigidas al bastión central de Hamás y con el objetivo de desmantelar su control en esta zona”.
La misma fuente detalló que se espera “ver en el campo de batalla entre 2.000 y 3.000 terroristas en la ciudad de Gaza”. Algunos de ellos, según fuentes militares, “han estado allí desde el comienzo de la guerra y se preparan para enfrentarse a nuestras fuerzas, tanto en la superficie como en la clandestinidad”.
Ya esta tarde, formalmente, portavoz del Ejército israelí, Effie Defrin, aportó estimaciones de plazos para sus planes. “Calculamos que tomar el control de la ciudad y de sus centros de gravedad llevará varios meses; y varios meses más hasta que quede completamente destruida, o incluso más”, declaró en una rueda de prensa virtual. Más allá de Hamás y su fin, habla de acabar con una ciudad entera. ¿Será el preludio de la limpieza general que plantea EEUU, con o sin Riviera? Defrin no fue más allá, claro, sino que insistió en que la ofensiva continuará hasta “alcanzar los objetivos de la guerra” y confirmó que Israel ya controla “amplias zonas de la ciudad de Gaza”, después de más de cinco semanas de ataques contra la capital.
Sobre los 48 rehenes que siguen retenidos en el enclave, el portavoz castrense dijo que están siempre “ante su mirada” y que las tropas han recibido la orden de evitar causarles daño “en la medida de lo posible”. Es uno de los puntos más sensibles en la sociedad israelí: el daño que las milicias pueden causarle en esta nueva fase.
Gran parte de la ciudad ya estaba devastada desde las primeras semanas de la guerra, porque sobre ella se concentró el armamento israelí, pero alrededor de un millón de palestinos habían regresado a sus hogares, entre las ruinas, aún entre ruinas. No era cuestión de buscar unas pertenencias que ya no existen, sino intentar establecerse en un entorno propio, conocido, cuando no hay lugar seguro en otros rincones de la franja, ni siquiera en los citados por Israel como supuestamente protegidos. Obligar a esos civiles a irse significa que casi toda la población de Gaza estará ahora confinada en campamentos a lo largo de la costa, más al sur, en lo que Israel denomina una zona humanitaria, pero que ha sido atacada en el pasado.
Las fuerzas israelíes llevaban semanas operando en las afueras de la ciudad de Gaza, acercándose al centro. Un funcionario de seguridad israelí ha afirmado hoy a medios como Reuters que se estima que unas 350.000 personas han abandonado la ciudad de Gaza hasta la fecha (un 40% del total), mientras que se cree que unas 650.000 permanecen allí. Personas que no han podido escapar por falta de medios, de dinero o de salud; personas que están cansadas de moverse y afrontan lo que vengan en sus hogares o lo que queda de ellos; personas que necesitan quedarse cerca del mayor hospital operativo, el Al Shifa, donde sus profesionales también se han negado a evacuar las instalaciones y planean seguir con su trabajo. “En el sur no hay sitio”, argumentan.
Durante toda la jornada, no obstante, la imagen ha sido la de cientos de vecinos de la ciudad tratando de escapar en carros, en coches o a pie, a posiciones del sur supuestamente menos expuestas, sin saber si podrán regresar a casa un día. Hoy por hoy, hay una sola vía para ir al sur, la carretera Al Rashid, paralela al mar y notablemente dañada por los ataques de estos meses. Es un atasco eterno de supervivientes.
Netanyahu, empeñado en mostrar las facilidades que supuestamente ofrece su gabinete a los civiles, ha enfatizado que están “trabajando para abrir rutas adicionales que permitan una evacuación más rápida de la población gazatí y la separe de los terroristas a quienes queremos atacar”, según indicó hoy en un comunicado, en el que confirmó la operación a las claras.
Una columna de humo se eleva por los ataques aéreos israelíes que impactaron y destruyeron varios edificios en la ciudad de Gaza, el 14 de septiembre de 2025.
El argumentario
Esta operación terrestre era esperable. Ya fue defendida a inicios del conflicto por quienes querían una guerra relámpago, de aplastamiento, pero el descontrol interno tras los fallos de seguridad y la propia resistencia de Hamás no lo hicieron conveniente. Luego llegaron las amenazas, recurrentes, que llevaron a los Estados Unidos de entonces, los de Joe Biden, a pedir por favor que no se acometiera, por tres razones fundamentales: que no ayudaría a sacar a los secuestrados con seguridad, que no permitiría la entrada de ayuda humanitaria para los gazaríes y que podría prender fuego a todo Oriente Medio, de pura indignación. “No se dejen llevar por la ira, como hicimos en EEUU tras el 11S”, pedía el demócrata.
En enero, Hamás e Israel alcanzaron un alto el fuego que debía ir cumpliendo varias fases y empezaba con el intercambio de rehenes y presos y más ayuda. Sin embargo, en marzo Tel Aviv rompía el armisticio, como también era previsible que pasara, puesto que los socios de Netanyahu, religiosos y ultranacionalistas, no querían ni escuchar hablar de más concesiones. Nunca iban a aceptar ir más allá. Desde ese momento, el runrún de ofensiva terrestre estaba sobre la mesa. Fue confirmado en mayo, con una entrada parcial, y anunciado formalmente en julio por el primer ministro. Hasta ahora, cuando ha cuajado.
Los líderes políticos israelíes afirman que la ofensiva forma parte de un plan para desmantelar a Hamás como organización política y armada, por completo. Netanyahu ha insistido en que el grupo debe deponer las armas y no desempeñar ningún papel en el futuro en Gaza. Fuentes militares exponen que “hay que buscar que ningún terrorista nunca tenga capacidad para amenazar a ningún civil más en Israel”. Quieren, de inicio, ampliar el “control operativo” de la franja, liberar a los rehenes que se pueda -se cree que hay 20 rehenes con vida, del medio centenar que aún están en la franja- y, al fin, acabar con el grupo, como traca final.
Hasta ahora, ha habido ya incursiones de esta naturaleza en las ofensivas de 2008-2009 (Plomo Fundido) y 2014 (Margen Protector). Pero en esas se usó la técnica conocida como “cortar el césped”, o sea, reducir la amenaza de Hamás pero no acabar con ellos (no hay que olvidar que hasta Israel ha reconocido que ha permitido la financiación a este grupo, porque le convenía para mantener la división entre las facciones palestinas).
En las últimas semanas, el ejército israelí ha demolido edificios en las afueras de la ciudad de Gaza, incluyendo torres de gran altura, unas 60. Se trataba de allanar el terreno a sus tropas terrestres, destruyendo infraestructuras, que según sus datos se usaban para “fines militares” por parte de Hamás. Si con los túneles, las FDI se afanaron en tratar de explicar sus riesgos y las pruebas de mal uso, en este caso no ha habido tal. No se han suministrado pruebas de que esos edificios no fueran residenciales. Más de 75.000 personas han sido desplazadas de esos edificios, destruidos en la misma ciudad de Gaza y a las afueras de la ciudad de Gaza, informa la Defensa Civil del enclave palestino.
Marco Rubio y Benjamin Netanyahu, el 14 de septiembre en 2025, en el Muro de las Lamentaciones, en Jerusalén.
Los socios de Netanyahu reclamaban desde hace tiempo esta mano dura, porque entienden que las negociaciones sirven para que Hamás se rehaga. Apuestan por ir con todo, aunque ni se tenga claro qué le queda de poder a la milicia y cómo puede reaccionar, cuando los combates serán casa a casa, con un formidable desgaste de personal, posibilidad de emboscadas, de explosivos o de minas y a expensas de una inteligencia que ha flojeado. A Netanyahu -que justo hoy declaraba por su caso de supuesta triple corrupción- le interesa ese apoyo, su supervivencia política, porque de lo contrario se puede encontrar con unas elecciones anticipadas o un impulso a ese juicio, que va renqueando porque se antepone la crisis nacional a su seguimiento.
Pasada la era Biden y llegada la de Donald Trump, esta vez Bibi sí cuenta con el apoyo de EEUU. La ofensiva se ha lanzado cuando aún estaba en Tel Aviv el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, quien ha estado dos días en el país, lanzando un claro mensaje de apoyo a Netanyahu, como aliado imprescindible. El diario digital norteamericano Axios ha desvelado que Rubio habría dado el visto bueno a la operación, según dicen dos funcionarios de EEUU, pero ha reclamado a su socio que la lleve a cabo rápido y acabe lo antes posible. De las víctimas no dice nada. Sí que Washington tiene claro que esta es “la guerra de Netanyahu”, no la de Trump, y no quiere que le salpique más.
Públicamente, antes de acudir a Reino Unido, donde Trump empieza mañana una visita oficial, Marco Rubio ha insistido, no obstante, en que sigue apostando por la vía diplomática para acabar con la ofensiva pero ha recordado que Hamás “ha dedicado su vida a la violencia y la barbarie” y deja apenas una “pequeña ventana” de oportunidad para el diálogo. El propio Trump ha advertido a la milicia que no use a los rehenes israelíes que aún mantiene en su poder como escudos humanos para frenar la ofensiva terrestre, considerándolo “una atrocidad”.
En su cuenta de Truth Social, Trump dijo haber “leído unos informes de prensa” -la radio nacional de Israel, Kan, es la fuente- que decían que los rehenes serían sacados a la superficie de Gaza desde sus escondrijos subterráneos, y señaló que tal idea equivaldría a “una atrocidad humana, una cosa como la que muy poca gente ha visto nunca antes”, escribió. Lanzó a continuación una advertencia más explícita a Hamás: “No dejen que esto suceda o AQUÍ PUEDE PASAR DE TODO”. Esta tarde, ha echado balones fuera sobre la ofensiva, diciendo que no sabe “mucho” sobre ella, pero sí ha repetido el mensaje intimidante para el Movimiento de Resistencia Islámica: “Si ponen a los rehenes delante de ellos como protección, los llaman guardaespaldas… Hamás lo va a pagar”.
Desde luego, los gestos de Rubio han sido de plena sintonía con Netanyahu en esta visita, incluso tras atacar a un socio como Qatar en su propio territorio: ha rezado, siendo cristiano, en el Muro de las Lamentaciones, y ha acudido a un acto en un túnel en Silwan, zona de Jerusalén este ocupada, invitado por colonos de la capital triplemente santa.
A Netanyahu también le va bien dar un golpe de efecto en unos días que se esperan difíciles para su país, ya que varios pesos pesados (Francia, Reino Unido, Canadá) han anunciado el reconocimiento inmediato del Estado de Palestina en el contexto de la Asamblea General de la ONU, que se celebra en Nueva York. Y cuando la Comisión Europea va a abordar el paquete de medidas de castigo anunciado por su presidenta, Ursula von der Leyen, la pasada semana, que incluye la suspensión parcial del acuerdo de asociación común: este mismo miércoles será presentado en Bruselas.
La seguridad y las familias, en contra
Esta andanada parte con una tremenda oposición, no sólo de la comunidad internacional que reclama un armisticio pactado, no de las ONG o agencias de la ONU que piden que se evite una crisis humanitaria mayor (un crimen de guerra, incluso), sino del propio cuerpo de seguridad de Israel. El jefe del Estado Mayor, el del Mossad, el del Shin Bet y el de la Inteligencia militar, todos lo desaconsejan.
Avisan, sobre todo, por cuatro peligros: puede exponerse a los rehenes con vida y ponerlos en peligro; pueden causarse bajas masivas en el seno del Ejército; puede llevar a Israel a tener un control directo del territorio, lo que lo convierte formalmente en ocupante y debe hacerse, por ello, responsable del bienestar de los civiles, según el derecho internacional y, al fin, porque es muy posible que la operación terrestre tampoco sea efectiva para acabar con Hamás, mucho más enraizado y complejo, con un enorme conocimiento del terreno, que pueden causar trampas mortales usando estrategias de guerrilla, incluso. Se suma aquello que decía el antiguo jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Josep Borrell, de que Hamás es una idea y las ideas son difíciles de matar.
Un soldado israelí camina entre unidades de artillería móviles cerca de la frontera entre Israel y Gaza, en el lado israelí, el 16 de septiembre de 2025.
El Jefe del Estado Mayor, Eyal Zamir, ha sido posiblemente la voz más crítica con este plan. En diversas reuniones que Netanyahu ha convocado sobre esta ofensiva, ha instado al primer ministro a buscar un acuerdo de alto el fuego. La última vez, el domingo, según tres funcionarios israelíes citados por AP.
Familias de rehenes se congregaron también frente a la casa de Netanyahu en Jerusalén el lunes por la noche, mientras se difundían noticias sobre la intensificación de los ataques en Gaza. “La noche número 710 en Gaza podría ser la última en la vida de los rehenes que apenas sobreviven, y la última noche en la que se pueda localizar y devolver a los caídos para un entierro digno. El primer ministro está optando conscientemente por sacrificarlos en el altar de consideraciones políticas, ignorando por completo la postura del Jefe de Estado Mayor y las autoridades de seguridad”, subrayaron las familias.
“Nuestros seres queridos en Gaza están siendo bombardeados por las Fuerzas de Defensa de Israel bajo las órdenes del primer ministro. Ha decidido enviar soldados de las FDI a las zonas donde se encuentran nuestros seres queridos, quienes podrían resultar heridos y no regresar con vida”, declaró por ejemplo Anat Angrest, cuyo hijo Matan se encuentra entre los 20 rehenes que se cree que siguen vivos. “Está haciendo todo lo posible para garantizar que no haya un acuerdo y para que no regresen”.
El desastre humanitario
Naciones Unidas y los países críticos con las tácticas de Israel afirman que esta nueva ofensiva constituye un desplazamiento masivo forzado de población (lo que también se puede considerar un crimen de guerra) y que las condiciones en las superpobladas zonas del sur, adonde se está enviando a los residentes, son precarias, con escasez de alimentos, agua o medicinas.
Por ejemplo, la Oficina de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, con sede en Ginebra, ha pedido “detener la masacre”. “Se está utilizando artillería pesada y los tanques están avanzando hacia el suroeste de la ciudad, una zona que ya venía sufriendo una hambruna provocada”, indicó su la portavoz, Ravina Shamdasani. “Según las leyes de la guerra, un ataque nunca puede dirigirse contra civiles que no participen directamente en las hostilidades”, agregó, rogando por el fin de la “destrucción indiscriminada” de ciudad de Gaza. Shamdasani también lamentó, entrevistada por EFE, que el Ejército israelí haya emprendido la ofensiva bajo el argumento de atacar infraestructura terrorista, “sin definir el significado de esto, y sin presentar pruebas”. Es la dinámica de toda la ofensiva.
También desde lo institucional, la alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Kaja Kallas, alertó hoy que la ofensiva terrestre agravará una situación “ya desesperada”. “Implicará más muerte, más destrucción y más desplazamiento”, escribió la política estonia en redes sociales. De ahí la necesidad de las medidas que mañana pondrán negro sobre blanco “para presionar al Gobierno israelí a que cambie el rumbo de la guerra en Gaza”. “Suspender las concesiones comerciales e imponer sanciones a ministros extremistas y colonos violentos sería una clara señal de que la UE exige el fin de esta guerra”, ha publicado la política estonia en X.
Una de las advertencias más claras es la de Médicos Sin Fronteras (MSF). “Los equipos de Médicos Sin Fronteras advierten que será simplemente imposible expulsar a un millón de personas -incluidos cientos de pacientes críticos y recién nacidos- de la ciudad de Gaza y trasladarlas a zonas superpobladas y con escasos recursos en el centro y sur de la Franja. Esto representaría una sentencia de muerte para un millón de palestinos”, indica la ONG en un comunicado.
“Los incesantes bombardeos de las fuerzas israelíes y el avance de la ofensiva terrestre están matando a cientos de palestinos. Los están obligando a abandonar sus hogares y refugios, a veces varias veces, siguiendo un patrón de destrucción total que ya presenciaron los equipos de MSF en Rafah”, añaden, aportando un testimonio sobre el terreno, y no mediatizado. “Algunos de nuestros compañeros han sido desplazados más de 11 veces desde 2023”, ejemplifica Jacob Granger, coordinador de emergencias de MSF en Gaza.
Los refugios improvisados “ofrecen poca seguridad mientras continúan los bombardeos, que a menudo se dirigen a zonas a las que los supervivientes ya habían huido”. Se estima que un millón de desplazados ocupan actualmente tan solo el 15 % del territorio de Gaza, y las condiciones han empeorado debido a la destrucción de casi el 90 % de los sistemas de agua y saneamiento de la Franja. Tampoco quedan reservas de agua y, “si las fuerzas israelíes hacen imposible la producción y distribución de agua potable, la gente morirá en cuestión de días”, afirma Granger.
Y todo esto ocurre cuando no hay ni sistema sanitario que soporte la llevada de enfermos que se espera en los próximos días. “La ofensiva israelí está destruyendo deliberadamente la capacidad sanitaria de Gaza. Más de la mitad de los hospitales han quedado inoperativos; los que quedan funcionan al borde del colapso debido a los ataques selectivos. La ocupación de camas ha alcanzado el 300 % en el hospital Al-Ahli, el 240 % en el hospital Al-Shifa y el 210 % en el hospital Rantissi”, detallan.
“Realmente, la situación es espeluznante. La gente está muy confundida, con miedo, y ya no sabe dónde ir, dónde puede estar segura. Desde el fin de semana hemos visto cómo la población intenta salir de manera desesperada”
Esperanza Santos, coordinadora de emergencias de la ONG en Gaza
Esperanza Santos, coordinadora de emergencias de la ONG en Gaza, describe en otro comunicado de prensa, en primera persona, lo que ve en estas horas: “La situación actual (…) es terrible. Desde que el ejército de Israel anunció que iba a lanzar la ofensiva, se ha deteriorado. En la última semana, y desde el miércoles pasado, hemos visto cómo los bombardeos y los ataques -que estaban concentrados en algunos barrios y avanzaban progresivamente- se han extendido por toda la ciudad. Ahora mismo hay ataques durante el día y durante la noche, y en todos los barrios de ciudad de Gaza. A veces con bombardeos por el aire, pero también con tropas avanzando en algunas zonas. Realmente, la situación es espeluznante. La gente está muy confundida, con miedo, y ya no sabe dónde ir, dónde puede estar segura. Desde el fin de semana hemos visto cómo la población intenta salir de manera desesperada”, expone.
Y añade: “Creo que la población adulta, sin hijos pequeños, en muchos casos todavía decide quedarse. También me lo han dicho: ‘puestos a morir en el sur, prefiero morir en el norte”.
Esa es la Gaza que aún, nadie sabe cómo, resiste.