Hace no mucho, en este mismo espacio, aludimos a la situación de desaseo que se viene presentando en varios puntos de la capital. Son alrededor de 600. Verdaderos muladares que han surgido en el contorno de la ciudad y que los han convertido en símbolo de dejadez y desfachatez. Y de señalamientos por parte de concejales y ciudadanos que no conciben semejante panorama.
Y tienen razón. Bogotá no puede concentrarse solo en sus grandes proyectos de infraestructura y en sus billonarias inversiones, sino que, en paralelo, debe atender también los asuntos que más inquietan a la gente. Y tener una ciudad limpia es uno de ellos.
Cuando el problema del aseo copó las primeras planas y derivó en la salida de la cabeza de la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (Uaesp), a cargo del tema de basuras, entre otros, advertimos acá que no se trataba de un asunto que solo correspondiera a dicha entidad, sino de una tarea conjunta.
Con ocho millones de habitantes y la generación de más de 6.000 toneladas de desperdicios al día, de las cuales 5.000 o algo más van directo al relleno sanitario Doña Juana, es urgente adoptar medidas de orden interinstitucional que mitiguen los focos de basura en la ciudad y promuevan una política eficaz en torno al aprovechamiento del material reciclable.
Cabe resaltar el plan piloto implementado por la Secretaría de Integración Social con habitantes de la calle en el centro de la ciudad.
Y en este sentido es justo destacar que la Alcaldía ha comenzado a actuar en la dirección correcta. La estrategia anunciada hace unos días incluye más control a los operadores de aseo, pedagogía y la atención de esos 600 puntos convertidos en basureros. Pero también sanciones para quienes no le jueguen limpio a la ciudad.
Los resultados empiezan a verse, aunque tímidamente. Ya se han intervenido corredores y puntos clandestinos donde se arroja basura. Y sobresale el plan piloto implementado por la Secretaría de Integración Social con habitantes de la calle en el centro de la ciudad. Ellos, considerados parte del problema, hoy hacen causa para ser parte de la solución. Con diálogo y estímulos del Distrito, están ayudando a limpiar el sector. Los comerciantes y el operador Promoambiental también participan en dicho esfuerzo.
Otras entidades han sido involucradas para que promuevan iniciativas pedagógicas a fin de generar conciencia alrededor de un tema que compete a todos, entre ellas las secretarías de Hábitat, Desarrollo y la misma Uaesp. Pero insistimos: todo este esfuerzo será en vano si no existe corresponsabilidad ciudadana. Mientras los comerciantes conviertan las canecas y las esquinas en botadero de sus desperdicios y la gente contribuya al desaseo con sus propios actos o no denuncie a quienes los promueven, será difícil que Bogotá supere los problemas en este frente.
Hay que respaldar las medidas diseñadas por la Administración. Por ahí es el camino. Y hay que involucrar más a la población dedicada al reciclaje. Bogotá ya vivió una emergencia cuando quiso cambiar el modelo de aseo a la brava. No puede ser que no hayamos aprendido la lección de reconocer que la ciudad es altamente vulnerable cuando algo tan simple como la mala disposición de basuras coopta espacios vitales de la ciudad. Y todos pagamos las consecuencias.