La historia siempre me pilla en el lado equivocado. La amenaza se lleva mucho: ¡usted verá en qué lado de la historia se coloca! Como si la historia fuese un paso de cebra…
El caso es que, harto de ser ignorado en las calles por las ciudadanas de Barcelona y comarca –bueno, también las de Ultramar, Lugo y Valdemorillo–, he decidido pasear ramos de flores. Si estuviese en el lado bueno de la historia, lo que haría sería pasear un perro, como hacen todos los barceloneses, pero me parece inmoral tener un perro solo para que las desconocidas se fijen en uno.
¡Él (el perro) no lo haría!
El asunto es sencillo. Se trata de adquirir un ramito de flores –a ser posible, naturales y no de plástico, aunque todo depende del bolsillo– y sacarlo a pasear, evitando portarlo boca abajo porque hace casado y transmite resignación. Solo en
el supuesto de cruzarse con un matrimonio, conviene esconder las flores por solidaridad.
–¡Qué poco cuesta un detalle! ¿Verdad, Bartolo?
A falta de perro, pasear un ramo de flores atrae la mirada de las ciudadanas
La ciudadanía femenina tiende a fijarse en la ciudadanía masculina que porta un ramo por la calle, salvo el día de Sant Jordi, cuando hasta el más tonto sabe estar en el lado bueno de la historia.
A diferencia de pasear un perro, pasear un ramo de flores no suscita comentarios de las transeúntes, pero sí alguna sonrisa y bastantes miradas, consuelo gratificante en tiempos de invisibilidad. Ya sé que conducir un Ferrari debe de atraer alguna mirada, pero en mi barrio no hay quien aparque.
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Un ramo de flores siempre mueve a la curiosidad. Ya lo decía o no el manco de Lepanto : todo menos la indiferencia. ¿A qué tipo de mujer le regalará este ramo? ¿Es para su esposa o eso tan cursi de “un compromiso”? ¿Pretende el portador hacerse perdonar algo? ¿Está tranquilo con su conciencia o aspira a la excelencia?
El lector se preguntará sobre el destino del ramillete una vez exhibido tan tontamente porque no hay nada más triste que un ramo en una papelera pública. Siempre cabe la opción de entregarlo a una desconocida, pero tal y como está la historia, mejor para adornar los bordes de algún plato, salvo de lentejas a la riojana o collons de mico.