Hay quien cree que la desigualdad es culpa de la madre que te parió. De la generación ‘boomer’, que ahorró hasta el último duro para dejar un patrimonio a sus hijos
La vivienda, la falta y el precio de ella, está en la cima de las preocupaciones de los españoles. En Sevilla trae de cabeza el coste del alquiler, un problema que acucia especialmente con el inicio de curso. No hay nada nuevo, el ascenso del … precio ha ido en escalada, el turismo, la gentrificación, el centro sin sevillanos… En el mundo, las guerras, los tipos de interés por las nubes, la inflación un nivel más… Las teorías económicas y sociales que dan algo de luz al desastre que niega a muchos un derecho constitucional tienen nuevos maestros. Los que con sus argumentos culpan a la generación boomer de deslomarse para prosperar, de sobrevivir a una época de rápidos cambios, de emprender, de ahorrar hasta el último duro para ofrecer a sus hijos (en plural porque con menos se podía más) un patrimonio. Un legado de ladrillo que tan al alza se cotiza ahora. El músico y actor Albert Pla protagonizó una polémica al principio del verano por decir en una entrevista que consideraba injusto que sus amigos recibieran una casa en herencia, mientras que otros de su generación seguían pobres porque, con su trabajo, aún no habían podido alcanzar ese -por lo que parece que cuesta (maravillosa palabra polisémica del español)- lujo de pladur. Por su característico tono entre serio y humorístico, tuvo un pase. Pero semanas después, un programa de televisión llevó esas declaraciones al centro del debate con un título tendencioso. ¿Existe realmente la meritocracia en España? Para algunos de esos tertulianos, como insinuó Pla, la herencia es la principal causa de la desigualdad. Un cáncer que para ellos no sólo habría que gravarse más con un subida en el impuesto de sucesiones, sino, casi, casi, que eliminarla. Es curioso cómo estos defensores de la meritocracia para ser digno de recibir un bien de sus progenitores, no observan los mismos criterios, y sólo el de la edad, para que se pueda viajar gratis o casi en el transporte público o disfrutar de un bono cultural. También de beneficiarse de deducciones fiscales a la hora de adquirir una vivienda. Porque uno a los 36 ya tiene la vida solucionada, mucho más que otro de 35 y 11 meses. Si no, que se lo digan a Albert Pla, que casi roza los 60. Con 31, uno se puede permitir los 70 euros de entrada para la ópera, para que el de 29 vaya a precio de una sesión en el cine. El bien legado de nuestros padres es sucio porque nos apoltrona, no viene del sudor del trabajo, del esfuerzo, del sacrificio que ellos te inculcaron. ¡Qué horror si, por otra fortuna del destino, ya habías comprado un piso y quieres rentar el de tus progenitores! La responsabilidad de que otro no tenga casa resulta que es de la madre que te parió.
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