A Piluquita no le dejan tener móvil. Se ha pegado todo el verano dándole la brasa a sus papás, pero ni la vía de la insistencia ni la de los pucheros le ha servido para nada. La abuela, a la que le hizo la rosca … al completo, los intentó convencer, pero ellos que no, que no sea más pesada, que 11 añitos no es edad para andar con un teléfono. Y ella que porfa plis, que venga, que lo necesita. Que todas las de la playa tienen uno, que la prima Jimena, de su misma edad, también. Y que, a Blanca, su íntima amiga de clase, le habían regalado un Samsung por el cumple.
Entonces mamá se china de verdad, y levanta más el tono, y dice que le da igual lo que hagan las demás madres con sus hijas, que ella todavía no, que punto en boca, que ajo y agua. Y Piluquita se va a su cuarto airada a llorar mientras masculla que no la entienden, que qué les ha hecho ella. Y mamá, dirigiéndose a papá, grita para que ella la escuche: «Déjala, déjala que llore». Y entonces, ella llora más. De impotencia, de rabia, de angustia.
Hubo un día en agosto en el que quedaron a cenar varias familias y salió el tema en la mesa de los mayores. Piluquita no tardó en pegar la oreja. Todos estaban bebiendo vino, y el tito Juanpe dijo que llevar un móvil era fundamental para los niños, que la calle está peligrosa, y que es la mejor manera de tenerlos localizados. Muchos de los adultos secundaron la exposición, pero mamá le echó una mirada a papá, y papá saltó con que no, que ya no se acordaban de que antes ellos jugaban en la calle y nunca les hizo falta un móvil para entrar y salir, y que tiene muchas cosas perjudiciales, tóxicas, que Carmen, la amiga psicóloga que tienen, apoyaba la decisión que habían tomado. Tito Juanpe insistió en su argumentario, y Piluquita, que vio la oportunidad, soltó: «Venga, porfa plis, que así además me podréis castigar sin móvil». La ocurrencia les hizo mucha gracia a todos. A todos menos a mamá, que la miró con cara de que le venía una buena en casa.
En el recreo del cole, Piluquita se acerca al corrillo de las de su clase. Las niñas hablan de Tik Tok, de los vídeos de salseo que sube Javi Hoyos. Debaten sobre si la influencer Marina Barrial está con el influencer Manu Regato, sobre si va a haber beso de confirmación de la relación o no. Lucía, una de las nuevas, que va de malota, saca su móvil de la falda y enseña vídeos. Le pregunta a Piluquita si ella tiene móvil, y tras un silencio en el que todas la miran, Piluquita dice que sí, que un Iphone 15. Y ella le dice que ya quisiera, y Piluquita que luego se lo enseña.
De repente, Blanca, que había sido su mejor amiga el año pasado, para quedar bien delante de las otras, dice que es mentira, que no tiene ni móvil ni Tik Tok, que es una bebé y que sus papás no le dejan. Piluquita siente una especie de puñalada en el estómago, un hormigueo en la nariz que anuncia llanto, pero lo aguanta. Las niñas ríen, hay una que le llama pringada. Piluquita dice que se piensa chivar a la seño. Lucía le reta: Atrévete, zorra.