Lo malo no es el rostro tan demacrado de Sánchez, sino sus principios democráticos tan demacrados. Hay que evitar distraerse con lo anecdótico. No es que el Sánchez fornido de 2018 se parezca poco físicamente al de 2025, sino que el Sánchez candidato de 2018 … no se parece nada al Sánchez presidente de 2025. Entonces hablaba de autonomía plena del Poder Judicial y de la Fiscalía, de RTVE independiente, de traer a Puigdemont para ser juzgado, de no pactar jamás con Bildu, no gobernar sin presupuestos…. Y esto no hay maquillaje que lo pueda disimular. Ahí no hay bótox que valga, pero tampoco votos. Unas elecciones, sostuvo al ser interrogado por los presupuestos, «paralizarían el país». Ahora las urnas ya no son una solución, como proclamaba antes de ser presidente, sino un problema. Doctrina nivel Maduro. El demócrata demacrado prefiere aferrarse al poder pase lo que pase, contra cualquier hipótesis sobre su dimisión.
Sánchez y el PSOE, debilitados por corrupción y la aritmética parlamentaria, defienden una «ormalidad institucional» inexistente. Ahí está el impúdico viaje de Illa a Bruselas ante el prófugo para salvar los presupuestos como tabla de náufrago. Hay una prueba irrefutable: María Jesús Montero ha dicho de esa cita que «no está en el orden del día hablar de presupuestos». Y ya se sabe que la verdad es inversamente proporcional a lo que ella diga. Como con la quita de la deuda, de la que ha dicho que es falso que beneficie a Cataluña, cuando obviamente está diseñada a su medida penalizando a las comunidades que bajen impuestos y obviando la clave de bóveda de la infrafinanciación autonómica. Y en definitiva el presidente de la Generalitat no viaja por respeto a su principal opositor en el Parlament, fugado de la Justicia española desde el golpe contra el orden constitucional de 2017, sino a comprar sus votos con esa escenificación humillante incluyendo la retirada de la bandera. No engañan a nadie, salvo a los que quieren engañarse.
Después de 400 días sin dar una entrevista, tantos como los golpes de Truffaut, Sánchez se prestó de nuevo en campo propio. Y en su primera respuesta ya mintió sin pudor: «es un placer someterme a las preguntas de los periodistas, siempre lo he hecho como presidente». En realidad no ha dejado de atacar a la prensa crítica, como a la judicatura, los dos objetivos preferentes de cualquier líder populista. De los jueces aseguró que algunos se dedican a hacer política; y casualmente esos jueces corruptos son los que investigan a su familia. Se trata, y no por azar, del mismo argumento recurrente de Trump contra jueces y periodistas. A Sánchez tampoco le importa admitir que él pre-indulta al fiscal general. A estas alturas no se molesta en disimular que desprecia al poder legislativo y al poder judicial tanto como al viejo cuarto poder. La entrevista ha sido un autorretrato descarnado en ‘prime-time’ de la deriva autocrática del político populista.
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