La Diada no es lo que fue, pero se acerca a lo que estaría bien que fuera: una fiesta transversal, donde quepan todas las maneras de entender Catalunya. Los socialistas han querido que esta sea una fecha de marcado carácter institucional, lo que se entiende, pues las instituciones catalanas necesitan recuperar músculo. Los independentistas han intentado visualizar que siguen vivos, aunque son conscientes de que no pasan por su mejor momento. Paola Lo Cascio, doctora en Historia por la UB, lo resumía así en el Ara : “La política en Catalunya ha cogido más el tono de la gestión que de la reivindicación”.
El Govern ha puesto sobre la mesa ambiciosos planes para la construcción y adquisición de viviendas y ha llevando a la mesa de negociación a Renfe y Adif para intentar corregir la mala gestión de Rodalies. Salvador Illa se ha comprometido a que el país funcione y tiene bajo presión a su Ejecutivo para conseguirlo. En cambio, el eslogan de las camisetas de la ANC, “Independència, més motius que mai”, era casi tan indefinido como el color de la prenda de este año.
La Diada congregó más gente de puente que manifestándose en las calles
Es evidente que la Diada del 2025 se ha celebrado en un contexto internacional realmente incierto, que invita a tener los pies en el suelo y descartar las aventuras. Europa intenta encontrar su lugar en la historia, despreciada por Trump, que poco menos que la ha abandonado a su suerte –además de imponerle aranceles abusivos– y amenazada por Vladímir Putin, que no solo le hace un pulso a través de Ucrania, sino que se permite incluso la provocación de que sus drones sobrevuelen el cielo de Polonia. Todo ello en un continente donde crece la extrema derecha como si la gente desconociera adónde nos ha llevado en el pasado su receta magistral, basada en la exclusión y el odio.
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No es de extrañar que este Onze de Setembre hubiera más gente de puente que en las calles, como tampoco lo es que Illa intente ocupar la centralidad del país, que el soberanismo ha abandonado sin acabar de recuperarlo. Solo hace falta que el president consiga esos “recursos que nos corresponden” a los catalanes, a los que se refirió en su discurso institucional. No será fácil, el anticatalanismo une más que el Loctite en esta España que se escora a la derecha.