Actualizado Jueves,
28
agosto
2025
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00:14
Alemania se prepara para reinstaurar el servicio militar y aumentar drásticamente el gasto en Defensa en un vuelco histórico que consolida su apuesta por el rearme de Europa frente a la amenaza existencial rusa y el impulso a la autonomía estratégica del continente. La decisión lanza un mensaje nítido sobre la determinación de Berlín de blindar la seguridad europea con su liderazgo, sus tropas y su presupuesto.
Las medidas ponen el acento en una militarización del país inédita desde la Guerra Fría que da la dimensión del drástico cambio de prioridades que imponen los nuevos desafíos geopolíticos. Retos que, según estima la OTAN, requieren que Berlín disponga de una fuerza de 260.000 efectivos -80.000 más de los actuales- ante la posibilidad de un ataque ruso. El canciller Friedrich Merz justificó ayer el regreso de la mili -de momento voluntaria, aunque sin descartar la posibilidad de hacerla obligatoria- en la responsabilidad alemana de contribuir a la defensa del territorio OTAN con el ejército convencional más grande de la UE. Una idea apuntalada por su ministro de Defensa, el socialdemócrata Boris Pistorius, que revela un creciente consenso en la primera potencia europea sobre la urgencia de que Europa deje de externalizar su defensa a EEUU. Y sobre la evidencia de que ese músculo militar requiere una disciplina fiscal que obliga a asumir sacrificios en el gasto social.
Así, el nuevo escenario global impone a la UE no sólo una nueva lógica defensiva, sino también económica, que obliga a revisar el pacto social, que históricamente se fiaba a una estabilidad que ya no puede darse por garantizada. La realidad es que, hoy, la prosperidad europea no puede sostenerse sin garantizar antes su seguridad.
La conciencia de esa transformación mundial ha llevado a Alemania a reconocer una verdad incómoda: el Estado del bienestar, concebido para tiempos de paz y crecimiento estable, ya no es sostenible porque consume más recursos de los que genera y requiere reformas estructurales. El propio Merz lo verbalizó este fin de semana rompiendo un tabú que otros gobiernos, como el español, se empeñan en esquivar por cálculo político.
Alemania introduce de esta manera un debate impopular pero necesario que el Ejecutivo de Pedro Sánchez ignora mientras promete recursos indefinidos para sostener las prestaciones y un gasto social incompatible con las nuevas necesidades estratégicas. Una postura muy distinta de países de nuestro entorno como Francia, que también han empezado a asumir el nuevo horizonte con realismo. El primer ministro francés, François Bayrou, prepara un duro ajuste para controlar la deuda y el déficit desbordados.
La postura de Berlín es consecuente con la idea de que para sostener la prosperidad futura hay que aceptar sacrificios en el presente y trasladárselos a la opinión pública. Mientras, España opta por el engaño colectivo y la huida de su responsabilidad con Europa y con la sostenibilidad real de su modelo social.