Pensando sobre el tema, obsesivo para un economista, de la productividad, me fijé en el curioso alineamiento en Barcelona, Catalunya y España entre el porcentaje de la fuerza de trabajo empleada, directa o indirectamente, en la industria del visitante y el porcentaje del PIB barcelonés, catalán o español generado por esta industria. Todo en torno a la cifra del 13%-15%. Es una coincidencia un poco desconcertante porque –suponiendo que no sea un artefacto de la cocina estadística– da pie a pensar que quizá, en nuestra economía, este sector no resta a la productividad global del trabajo, sino que es neutral. Y de ahí a considerar que nuestro problema de productividad es todavía más serio de lo que creemos, ya que radica en el 85% de la economía que pudiendo ser más productiva no lo es.
Pero este es un tema complicado. El concepto de productividad es delicado (¿qué papel tiene el capital o los intangibles?), como lo es el del PIB. Y lo mismo con respecto a las cifras. Por ejemplo, si quiero hacer comparaciones internacionales –digamos que con Boston, California o los Países Bajos–, conviene que las cifras quieran decir lo mismo.
Decidí, pues, que durante las vacaciones investigaría el tema pero que mataría dos pájaros de un tiro y mejoraría al mismo tiempo mi escasa pericia en la utilización de las aplicaciones del estilo ChatGPT.
De hecho, por inercia, lo he hecho con ChatGPT mismo, en concreto con la versión 5, que acaba de aparecer.
Encuentro útil ChatGPT5 porque no solo responde preguntas, sino que me dice de dónde salen las cifras
Era una versión muy esperada y ha habido revuelo y decepción entre algunos usuarios. Pero he de decir que lo he encontrado muy útil. Mi interés en estas aplicaciones es que me ayuden a encontrar información fiable, que me ahorren trabajo y que me permitan así hacer más. Ahora bien, por principios y experiencia, solo me fío de la información que proviene de instituciones especializadas y altamente creíbles (en un grado cercano al 100%). Por ejemplo, si se trata de datos económicos españoles, prefiero beber del Banco de España, el INE, Idescat, Caixa Research, BBVA Research, etcétera, que no de Wikipedia ni, todavía, de ningún ChatGPT o similar.
Encuentro útil ChatGPT5 precisamente porque no se limita a responder preguntas con unas cuantas consideraciones bien redactadas, sino que me dice de dónde provienen las cifras, y me provee de un enlace hacia las fuentes. Si es a las instituciones altamente fiables, entonces solo he de comprobar que, efectivamente, los datos vienen de allí, pero si está en prensa en general o en Wikipedia, no me puedo ahorrar la búsqueda en las fuentes altamente fiables. En mi aprendizaje las referencias a estas fuentes han predominado sobre las que no lo son, pero no por mucho.
Me imagino que esta función de identificar fuentes irá mejorando con versiones posteriores. Lo importante ahora es que estas se revelen. Es bien cierto que haciéndolo el oráculo pierde aura y misterio, pero gana credibilidad y utilidad. Por cierto, ChatGPT5 también hace resúmenes. Eso de momento me ha impresionado menos que la función de buscador sofisticado.
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Estoy, pues, contento de haber usado estos nuevos instrumentos y me alegra transmitir el porqué a mis lectores. Pero quien me haya acompañado hasta aquí me podría preguntar: ¿y qué ha sido de la cuestión sobre la productividad? Pues les diría que me siento un poco como un compañero de estudios de mis años en Minnesota. Era ingeniero y su tarea doctoral era descubrir si un cierto efecto existía.
Para averiguarlo construía un instrumento para hacer mediciones de gran precisión. Los meses pasaban y él, incansable, lo iba mejorando. Un día muy contento me dijo que ya era doctor. La pregunta era inevitable: ¿has encontrado el efecto? Me dijo: no, y ni siquiera puedo decir como cuando Luis Álvarez –Nobel de Física y explorador de la pirámide de Kefrén– hizo constar que no era cierto que no había encontrado nada en la pirámide, sino que había encontrado que no había nada que encontrar. Mi amigo no estaba seguro de poder decir lo mismo, pero estaba muy tentado porque el instrumento que había construido era magnífico y, mira por dónde, el diseño del instrumento había sido, al fin, su tesis.
Mutatis mutandis: no tengo más que deciros sobre el tema que me ha motivado. No va con mi pericia y no lo he aclarado. Pero a cambio les puedo decir –y razonar– que el instrumento que he utilizado para explorarlo es muy útil.