Me preguntaba esta semana sobre la responsabilidad de un columnista en relación con las consecuencias de utilizar el poder de la palabra escrita y los efectos que esta tenga en los lectores.
La verdad, con reservas, decidí escribir este artículo sobre lo ocurrido en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Parecería una tragicomedia. Desde la intervención de ese extraño e impredecible personaje, hoy presidente de los Estados Unidos, adornada por el daño en las escaleras eléctricas y el fallo en el “teleprónter” que ayudó a mostrar su incoherencia, principiando por su despiadado y balbuceante ataque al multilateralismo y, a continuación, el señalamiento a los países más cercanos a la política norteamericana, por su reconocimiento al Estado de Palestina.
Sus amenazas, que ya no lo son: “Dispare primero y pregunte después”, amparado por el poder de un acorazado para destruir pequeñas embarcaciones y asesinar personas que podrían ser simplemente capturadas y juzgadas, parecerían un remedo de los mal denominados ‘falsos positivos’, solo que ni siquiera podrá saberse si estaban disfrazados de narcotraficantes. Los pulverizaron.
A continuación, el sumun, el negacionismo puro y simple: la crisis climática no existe. Parecería que para él esto no reviste ninguna importancia y que el futuro del planeta y de las nuevas generaciones es simplemente un detalle.
Por lo demás, hace caso omiso del principio de corresponsabilidad en la lucha contra el flagelo universal de las drogas. Desconoce el aumento del consumo en los Estados Unidos, el tráfico de armas, la producción y comercialización de los precursores químicos, el lavado de activos en su sistema financiero, el hecho de que el 95 % de las utilidades del tráfico de estupefacientes se quedan en las arcas de los países desarrollados, nosotros ponemos los muertos, el desplazamiento y la degradación del conflicto interno.
Además, su evidente xenofobia contra los migrantes. El suyo es el mundo feliz de Huxley, donde él como alfa desprecia a los esclavos.
En la intervención de Gustavo Petro, fue valiente su respaldo irrestricto a la gobernanza y la democracia multilateral.
Por último, los efectos del aumento de la riqueza de unos pocos y de la pobreza en los “condenados de la tierra”, al decir de Fanon, para el señor Trump, no existen y todo es tan solo una conspiración.
Después, el infausto discurso de Netanyahu. No hay genocidio en Gaza ni hambruna, y los países que han reconocido el Estado palestino son ahora sus contradictores.
La sociedad en Israel solo reacciona parcialmente. El rechazo interno al autócrata es débil e insuficiente. El juicio de la historia los convertiría de víctimas del horror en victimarios.
En la intervención de Gustavo Petro, fue valiente su respaldo irrestricto a la gobernanza y la democracia multilateral. También su rechazo a las descertificaciones unilaterales, que obedecen a intervenciones absolutamente injustificadas en la democracia de otros países.
También, su posición frente al poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, planteando como alternativa que este infundio debe ser resuelto por la Asamblea General, la cual por una inmensa mayoría podría revertir esa situación, ante la evidencia irrefutable de los genocidios.
Y ¿en Colombia? Solo provincialismo. Sorprende, por decir lo menos, la reacción de ciertos sectores económicos en donde parecería que lo único importante es la cultura del “diezmo”. Es curioso, informan que Colombia ha iniciado negociaciones arancelarias con las autoridades comerciales norteamericanas. Ya existe una respuesta a las peticiones de Colombia por parte de los Estados Unidos, eso sí, con compromiso de confidencialidad.
Ojalá que, cuando se avance, se consulte a la sociedad en su conjunto. Tengo la impresión de que las sorpresas pueden ser mayúsculas. Espero estar equivocado.
De espaldas a la realidad, ciegos, mudos y sordos frente a crisis global. ¿Y usted qué piensa?