El Partido Popular (PP) está “concretando”, y la expresión es la que utilizó este mismo lunes Alberto Núñez Feijóo en una fugaz declaración ante los medios de comunicación durante su asistencia a un evento, un plan migratorio del que ya han asomado sus grandes líneas. El documento de los populares conocido este fin de semana y rubricado en Murcia por todos los presidentes autonómicos del partido es solo un primer paso, aunque muy avanzado, del plan que los populares presentarán de manera más cerrada en octubre.
Se conoce, valga la analogía musical, la melodía, que apunta a un claro endurecimiento de la posición migratoria del partido de la derecha tradicional española, pero falta conocer la letra, al menos al completo. En Génova no ocultan que hay un cambio, y que obedece en primer lugar a la manera en que los españoles han manifestado en los dos últimos años que ven en la inmigración uno de sus principales problemas, como acreditan las catas demoscópicas. Y observan, además, que se trata de un asunto más de entrañas que de frío análisis. Un diagnóstico de situación para el que, a priori, está mejor colocado en la dirección del viento Vox, que no ha tenido que cambiar su discurso a golpe de encuestas, como blasonan ahora que sí hace el PP los de Santiago Abascal, quien incluso ha recuperado un viejo término despectivo, el de “derechita”, para referirse a su competidor en el mismo espacio ideológico, al que acusa tanto de apuntarse por mero oportunismo a una corriente de opinión como de sumarse con mentiras a la “demonización” de Vox.
Los populares van con pies de plomo y tratan de encontrar en todo momento una posición en la materia intermedia entre la postura a su juicio muy laxa del PSOE y la demasiado dura o incluso atrabiliaria de la extrema derecha. “Ni el buenismo falsario del Partido Socialista ni la criminalización que hace Vox”, sintetizó este lunes, en su rueda de prensa semanal tras la reunión ordinaria de la dirección del PP, la vicesecretaria de Organización, Alma Ezcurra. La declaración de Murcia confirma que los populares han decidido quemar las naves en materia migratoria, con medidas claras al respecto en tres ejes: cortar el grifo de las ayudas sociales para inmigrantes (plantean impedir que quien no haya cotizado acceda al Ingreso Mínimo Vital); decretar la expulsión de los que hayan cometido delitos graves sin estar regularizados, o quienes incluso teniendo papeles sean reincidentes y restringir severamente la regularización de quienes vienen de fuera estableciendo un sistema de visados a imagen y semejanza de los que aplican desde hace años otros países como Canadá, Australia o el Reino Unido.
Es en este último asunto, el de los visados, donde los populares empiezan a enredarse, o por decirlo con palabras de su jefe de filas, donde les falta concretar la iniciativa. Fundamentalmente por lo que se refiere a los criterios que servirían para obtenerlo. Feijóo y los suyos hablan de la cualificación profesional de quien aspire a residir legalmente en España, o de su nivel de conocimiento del castellano, aspectos ambos fácilmente medibles.
El idioma “y algo más”
Pero a partir de ahí empieza una zona de sombra que se rellena retóricamente según el día con vagas apelaciones a la integración “cultural” de los inmigrantes o que apuntan a los especiales “vínculos” de quienes provienen de Hispanoamérica. Ya en su primera comparecencia del curso político, el pasado 1 de septiembre en Aranjuez, al sur de Madrid, Feijóo pidió abrir “un tiempo nuevo“, en materia migratoria, y dijo que “lo que no puede ser es instaurar y obligar a ideas, a medidas y a leyes distintas de las ideas, las medidas y las leyes que imperan en nuestro país”. Preguntado por esas palabras, afinó: “Todas las leyes que afectan, por ejemplo, a la dignidad de la mujer, que provienen de otras latidudes, o de otros planteamientos, no tienen ninguna posibilidad de mantenerse en España”.
La semana pasada, en una comparecencia en Formentera junto a la presidenta balear, Marga Prohens, Feijóo fue más allá: “La inmigración que venga a España, preferentemente debe ser culturalmente más cercana; la hispanidad no es una etiqueta, o una reivindicación, la hispanidad es compartir vínculos sociales, vínculos idiomáticos, vínculos de comportamiento, que deben de tener una discriminación positiva”. Pero apenas días después, en el citado acto de Murcia, y tras las críticas recibidas, también en el ámbito de la derecha, evitó ser tan específico. De palabra, en su discurso ante los barones del PP, y en el documento firmado por estos, en el que se habla del vínculo con quienes vienen de Hispanoamérica, sí, pero para la concesión de la nacionalidad española, y no para un mero permiso de trabajo. Una sutil diferencia.
Este lunes la vicesecretaria Ezcurra navegó por aguas retóricamente ambiguas sobre el particular. Lo hizo aludiendo a los “vínculos históricos, culturales y naturales” con “una comunidad de quinientos millones de personas que se integra de manera mucho más fácil y mucho más enriquecedora en nuestra sociedad, por una cuestión del idioma y por alguna cuestión más…”, dejó colgando la frase. Repreguntada por ello, afirmó que la capacidad de integración es “multifactorial” dado que, según dijo, “conocer el idioma ayuda”, así como “proceder de un país en el que se comparten valores”.
Otro asunto por definir para ese eventual nuevo visado para migrantes es el que afecta a la actitud de los países de origen, que según anunció Feijóo en Murcia “computará” como un criterio más a baremar. Dado que la gran mayoría de inmigrantes en nuestro país procede de Marruecos, a la vicesecretaria Ezcurra se le planteó si la cooperación del vecino del sur era, en este sentido, idónea, pero como había hecho su jefe de filas solo veinticuatro horas antes, evitó poner ejemplos concretos. “En ningún momento ni en el discurso del presidente [del PP] ni en el mío se ha hablado de sanciones”, explicó, sino de “reciprocidad”. Ezcurra, que recordó que “lo bueno del sistema de visado es que se puede revisar anualmente”, lo que según argumentó permitiría “sentarse con las naciones” para evaluar “tus sectores productivos” o “tus necesidades”.
Los modelos internacionales puestos como ejemplo, el británico, el canadiense o el australiano, están siendo estudiados al detalle en Génova para poder ofrecer una respuesta más detallada, que se plasmará en la propuesta concreta de octubre. Pero de lo que no hay ninguna duda en el seno del PP es que España debe girar en materia migratoria al ritmo, opinan, del resto de países importantes de la Unión Europea (UE), del continente y del mundo en general. Mientras la izquierda vincula este giro discursivo a la competencia con Vox y los de Abascal reivindicaron la primogenitura de muchas de las propuestas que ahora plantea a las claras el primer partido del Parlamento.
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