La declaración de Murcia suscrita de manera solemne este domingo en la capital levantina por Alberto Núñez Feijóo y todos los presidentes autonómicos del Partido Popular (PP), a la espera de un plan más específico sobre inmigración que el partido presentará en octubre, supone para los populares cruzar el Rubicón y situarse definitivamente como una formación con un discurso duro en inmigración. Aquel que defiende, ya negro sobre blanco y con la rúbrica de sus principales dirigentes, medidas como restringir las ayudas sociales a los inmigrantes que no hayan cotizado, caso del Ingreso Mínimo Vital (IMV); la expulsión de quienes cometan graves delitos estando en situación irregular o reincidan, aunque sea en delitos leves; o un estricto sistema de visados inspirado en los países menos laxos con quienes llegan de fuera, como Australia, Canadá o el Reino Unido, vinculados además a la integración “cultural”, un etéreo concepto enormemente discutido, incluso en ámbitos de la derecha. Tan etéreo que en el texto de la declaración se habla del especial “vínculo con las naciones hermanas de Hispanoamérica”, pero en un apartado en el que se abordan los requisitos para la concesión de la nacionalidad española, y no la acogida o regularización de inmigrantes.
El movimiento del líder popular no es extemporáneo en España, véase por ejemplo cómo Junts per Catalunya adapta también su discurso en esta materia, con la amenaza electoral de la extrema derecha de Aliança Catalana como un factor a tener en cuenta, ni en Europa, donde la cuestión migratoria explica buena parte de los movimientos tectónicos de la política continental desde la crisis de los refugiados de hace una década, por la que la derecha más radical señala a una de las dirigentes conservadoras más importantes del siglo XXI, la excanciller Angela Merkel. Sin perder de vista, naturalmente, la irrupción de Donald Trump al otro lado del Atlántico.
Feijóo no oculta que el impulso que le ha llevado a poner la cuestión migratoria en el frontispicio de su actuación como líder de la oposición, solo con permiso de un asunto más coyuntural como es la denuncia de los escándalos de corrupción que salpican al Gobierno, es la creciente preocupación ciudadana sobre esta materia, como reflejan las encuestas. Y la percepción de que en lo relativo a la migración el ciudadano medio, y por tanto el votante, percibe las cosas con menor frialdad que en otros ámbitos. Hace justo un año, en septiembre de 2024, un barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) lo puso de relieve, cuando indicó que la inmigración había escalado, en muy poco tiempo, hasta convertirse en el primer problema para los españoles. Y con ligeras variaciones, allí sigue.
Encuentro del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, con líderes autonómicos este fin de semana en Murcia. / Víctor Fernández / Europa Press
Curiosamente, o quizás no tanto, este giro discursivo de fondo del PP, que se produce precisamente en Murcia, una de las regiones con mayor presencia migratoria y mayor pujanza electoral de Vox, se acompasa con hostilidades dialécticas reiteradas hacia los de Santiago Abascal, con el que las relaciones se han enfriado notablemente. Si el exportavoz de Vox en el Congreso de los Diputados, Iván Espinosa de los Monteros, ahora abiertamente enfrentado al líder de su partido, reclamó el fin de esas hostilidades entre los dos partidos la pasada semana, durante la sonada presentación de su ‘think thank’ Atenea, el PP no parece haber seguido esa recomendación. Y eso pese al respaldo que se le dio ‘in situ’ a la nueva plataforma, con la asistencia a su puesta de largo del vicesecretario de Hacienda, Juan Bravo, de la diputada Cayetana Álvarez de Toledo y del igualmente parlamentario, Guillermo Mariscal, miembro de la Mesa de la Cámara Baja.
Dardos a Vox
Feijóo atizó a Vox directa e indirectamente en su discurso, y su telonero, el presidente de la Región de Murcia, Fernando López Miras, se empleó todavía más a fondo, cuando afirmó que se podía afrontar el problema migratorio “sin hundir barcos”, en referencia a las palabras de Abascal pidiendo hacer eso mismo con el buque de la ONG española Open Arms, “ni colgando a nadie de ningún sitio”, aseveró aludiendo también a otras palabras del líder de Vox que levantaron una gran polvareda en su día, cuando vaticinó que el presidente del Gobierno acabaría “colgado por los pies”. “Sin radicalismos”, concluyó el líder de los populares murcianos, mientras que el propio Feijóo fue nítido al buscar en varios momentos de su discurso dibujar una posición distinta al mismo tiempo del PSOE y de Vox. Los inmigrantes, dijo por ejemplo, no son víctimas “que no son dueñas de sus actos, como afirma el Partido Socialista” ni tampoco, argumentó, “delincuentes por defecto, como dice Vox”. Pero no se quedaron ahí sus dardos al partido a su derecha. El presidente del PP advirtió que con el Gobierno de Sánchez “no se acaba pataleando e hiperventilando”, sino “trabajando y poniendo soluciones posibles sobre la mesa”.
Propuestas contundentes en materia migratoria, como todas las mencionadas y otras como la devolución a sus países de origen de los menores migrantes no acompañados, siempre y cuando, reza la declaración de Murcia, “existan datos que lo permitan”, y un lenguaje medido que evite las astracanadas. Esa es la síntesis con la que pretende, a partir de ahora, seguir su camino hasta lograr mudarse a La Moncloa, lo que se le resistió en las elecciones generales de julio de 2023.
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