Ha sido la primera vez en que ha trascendido que fuerzas aéreas de la OTAN hayan disparado contra objetivos en espacio aéreo de la Alianza. Esos objetivos eran aeronaves no tripuladas y, puede, algún misil. Momentos de alta tensión en plena madrugada, alarmas militares activadas, millares de comentarios en redes sociales, negativas oficiales y oficiosas que acrecientan la confusión al día siguiente, amedrentamiento de la población occidental… Las violaciones limitadas del espacio aéreo de la OTAN por artefactos y aeronaves de la Federación Rusa proporcionan esas ventajas para el Kremlin… sin costos a cambio: no aumentan el descrédito o la censura internacional hacia Rusia, aunque sí pueden provocar un efecto cohesionador en la Alianza Atlántica.
Y, sin embargo, no son esas las principales ganancias de Moscú con incidentes como el de la noche del 8 al 9, en el que, tras 19 incursiones en el espacio aéreo de Polonia, las autoridades de ese país han confirmado el hallazgo de restos de nueve drones de diverso tipo, algunos de los cuales podrían haber partido de Bielorrusia. Desde el punto de vista táctico militar es una cuestión de guerra electrónica, campo en el que Rusia es una potencia de primer orden. La ganancia está en conseguir que el adversario se descubra. La inteligencia militar de Rusia podría haber obtenido una rica cosecha de datos con el que hasta ahora ha sido el más grave caso de incursión en territorio OTAN desde que arrancó la actual fase de la guerra de Ucrania.
Soldados polacos en un ejercicio de la OTAN / NATO Archives
No fue necesaria una reunión política de los miembros de la Alianza Atlántica para activar la respuesta rápida ante la entrada de aeronaves no tripuladas en territorio polaco. En la respuesta intervinieron, según ha confirmado este miércoles el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, cazas F-16 de la Fuerza Aérea Polaca, un número no determinado de aviones furtivos F-35 holandeses, un avión espía y de intercepción electrónica AWACS italiano y el único avión cisterna de reabastecimiento en vuelo de la OTAN, que no pertenece a ningún aliado, sino a la propia organización. Además, el dispositivo de defensa fue completado por misiles antimisil Patriot de baterías alemanas.
Todas estas fuerzas en danza son parte de la estructura de disuasión a Rusia y refuerzo de la seguridad en el flanco Este europeo que tiene establecida la OTAN. En la cumbre de Madrid, en 2022, los aliados decidieron simplificar los trámites de la reacción defensiva en sus primeros escalones, después de varios años de las cúpulas militares occidentales avisando de la detección de síntomas de anquilosamiento en el engranaje de mando.
Cuando provoca una alarma como la que se dio en la madrugada de este miércoles, Rusia pone a prueba el RAP de la Alianza Atlántica. Las siglas aluden al Plan de Acción Rápida de dispositivos militares conjuntos, cuyos conceptos se reformaron, tras una etapa de sopor post-guerra fría, en la cumbre de la OTAN en Gales, en 2014 y, quizá no casualmente, en Varsovia, en la cumbre de 2016. En virtud de los reforzamientos de la RAP, Polonia alberga uno de los ocho Battle Group de la OTAN en el este europeo. Son unidades del tamaño de una brigada (antes de la cumbre de Madrid, tenían el volumen de un batallón). En tierra, el grupo de batalla radicado en Polonia está liderado por Estados Unidos y cuenta con fuerzas polacas, norteamericanas, rumanas, croatas y británicas.
Además de las fuerzas en tierra, la OTAN respalda a Polonia con la Misión de Policía Aérea que tiene encargada Holanda para completar la cada vez más nutrida defensa polaca. Los aviones F-35 que han intervenido en la alerta y derribo a distancia de drones rusos solo llevan días en Polonia. Llegaron desde la base holandesa de Volker el 29 de agosto y comenzaron a patrullar el día 1 de septiembre. Al día siguiente ya tuvieron que activarse en una primera alarma. Cuatro días después, llegó la segunda. Esta ha sido la tercera.
Entonces, casi premonitoriamente, la Real Fuerza Aérea Neerlandesa explicó que desplegaba estos aviones para tres misiones: protección de Polonia, vigilancia de actividades rusas y salvaguarda de convoyes del armamento que los países europeos envían a Ucrania para resistir ante Rusia. Holanda es de los Estados con más potencia aérea de Europa: dispone de 46 cazas F35 y tiene encargados otros 11.
Por supuesto, esos aviones tienen otra misión de vigilancia clave. Es sobre el corredor de Suwalki, un pedazo de tierra de enorme valor estratégico entre los países bálticos, Kaliningrado, Bielorrusia y la propia Polonia.
El despliegue OTAN en Polonia podría tener en el futuro una función de defensa no exclusivamente centrada en territorio polaco. En mayo de 2024 llegó al nivel político en Alemania una discusión estratégica sobre el posible uso de baterías Patriot alemanas situadas cerca de la frontera polaco-ucraniana para destruir drones rusos que atacaran objetivos en Ucrania, y proporcionarle a Kiev una franja segura en su territorio de 70 kilómetros de ancho. La idea está de momento aparcada.
Dron recogido el 10 septiembre en territorio polaco y daños en una casa de la frontera polaco ucraniana. / El Periódico
En la guerra moderna, “toda plataforma es susceptible de ser localizada, adquirida y batida”, resumió el Jefe del Estado Mayor de la Defensa, almirante Teodoro Esteban López Calderón, el pasado 19 de julio en un desayuno en Madrid. Y la clave para esa vulnerabilidad es la huella electrónica que blindados, barcos, drones, aviones o baterías artilleras pueden dejar durante su funcionamiento. Por eso “en guerra electrónica es importante el silencio, tanto o más que emitir”, explica a este diario un oficial español especialista en intercepción en el espacio radioeléctrico.
Hay una guerra sigilosa más allá de la que se libra en el mar, en tierra o en el aire: la liza en el entorno electromagnético. En cualquier despliegue militar moderno, sus sistemas de ataque y de defensa de la fuerza procuran estar callados todo el tiempo que les sea posible. Es su forma de permanecer invisibles. En cuanto emiten, proporcionan al enemigo tres ganancias: escucha, comprueba y copia.
Una: oye cuántas fuentes emiten, ya sean baterías antimisil, vehículos, puestos de mando o dispositivos de detección o señalización de objetivos para cazas, cohetes o cañones.
Dos: comprueba desde dónde emiten todas esas fuentes, dónde se encuentran en el momento en que se han destapado.
Y tres: copia códigos del adversario para analizar o desencriptar e integrar una biblioteca de señales y métodos de comunicación.
El oficial español consultado sospecha que otras intromisiones rusas, como esta última, podrían haber tenido el objetivo de activar al sistema de defensa antiaérea occidental y obtener información militar. También analizar un aspecto menos conocido: misiles y drones rusos son a menudo protegidos por la emisión de falsas señales GPS para confundir al sistema de defensa contrario. Enviar drones “despistados” con esta pantalla ayuda a probar la eficacia del engaño y la respuesta del rival.
En la situación que viven los puntos calientes del Este de Europa, un capítulo esencial de una alarma aérea por la llegada de un misil implica, antes que nada, descartar que se trate de un ataque nuclear. Todos los códigos de las comunicaciones que se despliegan en esa reacción concreta son también de enorme interés para el Kremlin.
Lanzadera de misiles antimisil Patriot. / M Defensa Polonia – Raytheon
Es un clásico de las misiones de policía aérea en el Báltico, lo primero que los aviadores de la OTAN aprenden de Rusia operando en ese sector. Los aviadores rusos que penetran en el espacio aéreo de las repúblicas bálticas hacen breves incursiones, tratan de ocultarse, no responden por radio, en ocasiones simulan ir de camino a Kaliningrado y haberse equivocado. “Entran, nos ponen a prueba, miden el tiempo y la reacción de nuestra repuesta, y salen”, explica un alto oficial del Ejército del Aire.
La intromisión rusa no tiene por qué ser solo en el espacio aéreo desatando las alarmas, ni solo en el mar cartografiando infraestructuras críticas occidentales: también se lleva a cabo en el espeso espectro electromagnético. No ha trascendido, por ser materia reservada, el porqué de las señales que detectaban los sistemas de defensa de los paracaidistas de la Brigada Almogávares de desplegados en el primera rotación del Battle Group OTAN que lidera España en Eslovaquia.
Uno de los basamentos de la nueva disuasión que la OTAN edifica en el flanco Este es el tiempo. O sea, en cuánto tiempo se activan las primeras unidades de una reacción rápida. Y esas primeras unidades son las que en el argot de la Alianza se llaman “preposicionadas”, un eufemismo de lo que antes era “avanzadas”. La reacción tiene grados: desde la inmediata, como la madrugada del martes al miércoles en el espacio aéreo polaco, hasta la proyección de grandes fuerzas que se ensaya en los ejercicios multinacionales Steadfast Defender.
Los incidentes de intromisión en territorio OTAN tienen además un aspecto político que observar desde Moscú: la activación del artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte. Polonia ha agitado su campanilla. Ese precepto es de aplicación en situaciones previas a un ataque ya materializado, y establece que los aliados se consulten cuando uno de ellos se ve amenazado. Esta será la octava vez en la historia de la OTAN en que se activa ese artículo. Ya antes de que esa evaluación conjunta sea llevada a cabo en el nivel político, la OTAN tiene un punto de vista: “Lo que está claro es que la violación de anoche no es un incidente aislado”, dijo Rutte a la mañana siguiente de la agitada noche del martes.
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