MADRID, 20 Sep. (EDIZIONES) –
Durante siglos, el corazón fue considerado el “rey de los órganos” y el lugar donde habitaban la memoria, las emociones, y hasta el alma. La medicina moderna lo redujo a una simple bomba de sangre, pero la neurocardiología ha revelado un sorprendente hallazgo: el corazón tiene más de 40.000 neuronas, produce oxitocina -la hormona del amor-, y también mantiene un diálogo constante con el cerebro. ¿Podría este órgano ser mucho más de lo que siempre nos dijeron?
Y es que, durante gran parte de la Historia, se consideró al corazón como el órgano más importante del cuerpo. “De hecho, en culturas de todo el mundo se creía que el corazón -y no el cerebro- era el lugar de la inteligencia, de la memoria, de la emoción, y del alma. Con el tiempo, estas visiones cambiaron a medida que tratábamos de comprender las fuerzas vitales que contenía”, afirma el cardiólogo e historiador Vincent Figueredo en una entrevista con Europa Press Salud.
Comenta que la medicina moderna despojó al corazón de su estatus de “rey de los órganos” para relegarlo a una mera bomba de sangre subordinada al cerebro. “Sin embargo, el corazón sigue siendo un potente símbolo de amor y salud, además de un elemento central de nuestra iconografía cultural”, precisa con motivo de la publicación de su libro ‘La curiosa historia del corazón’ (Ariel).
¿CORAZÓN O CEREBRO?
Entonces le preguntamos, ¿cuál es más importante, el corazón o el cerebro? Subrayando este historiador del corazón que los humanos antiguos entendían que un corazón que latía significaba vida; latía más fuerte y rápido con el miedo y el amor, y dejaba de latir con la muerte.
“A medida que un cuerpo muerto se enfriaba rápidamente nuestros antepasados dedujeron que el corazón debía actuar como un horno que calentaba el cuerpo. Creían que el corazón era el depósito de las emociones, dado cómo respondía al amor y a la alegría, a la ira, y al miedo. Concluyeron que este órgano caliente y palpitante en el centro del cuerpo debía ser la sede de la conciencia, de la memoria y del alma“, explica.
Aunque algunos griegos antiguos empezaron a argumentar que era el cerebro, y no el corazón, el que gobernaba el cuerpo, la mayor parte del mundo -incluida Europa en la Edad Media- creía que el corazón era el órgano más importante, según precisa.
De hecho, remarca que no fue hasta el Renacimiento cuando comenzó la desmitificación del corazón: “La experimentación y la investigación anatómica empezaron a sugerir que el cerebro era, de hecho, el órgano de la conciencia, la memoria y la vida. El dominio del cerebro se mantiene hasta nuestros días”.
LA CONEXIÓN CORAZÓN-CEREBRO
Sin embargo, advierte este cardiólogo de que un nuevo campo, llamado ‘neurocardiología’, está descubriendo que existe un diálogo dinámico y bidireccional constante entre el corazón y el cerebro.
“El corazón tiene su propio sistema nervioso compuesto por más de 40.000 neuronas. Es como si tuviera su propio ‘pequeño cerebro’ que le permite sentir, regular, y recordar. El corazón envía tantas señales al cerebro como el cerebro al corazón. Y las señales del corazón afectan a múltiples áreas del cerebro, incluida la amígdala, el centro emocional. Cuando los ritmos cardíacos son regulares y armoniosos pueden influir positivamente en la motivación, en la percepción del dolor y en las emociones del cerebro” agrega.
Es más, sostiene que los ritmos anormales pueden generar ansiedad y ataques de pánico. “Además, el corazón produce oxitocina -la hormona del amor- en cantidades similares al cerebro. Así que las visiones antiguas del corazón pueden contener más verdad de la que pensamos. El corazón parece compartir un papel con el cerebro en nuestra salud mental, espiritual y física”, sostiene Figueredo.
¿CONOCEMOS EL CORAZÓN AL COMPLETO?
Finalmente, este experto en el corazón indica que a comienzos del siglo XX apenas empezábamos a entender qué era un infarto, cuyo tratamiento era reposo en cama, morfina y un sacerdote.
“Pero hacia finales del mismo siglo ya habíamos desarrollado angiogramas coronarios, cirugía de bypass, angioplastias con balón, y stents, marcapasos, desfibriladores, y trasplantes de corazón. También implementamos medidas preventivas y tratamientos para la hipertensión, el colesterol alto, la diabetes, y el abandono del tabaco. Aún así, las enfermedades cardiovasculares siguen siendo la primera causa de muerte. Todavía tenemos mucho por aprender. Las pruebas genéticas son sólo un comienzo”, precisa.