MADRID, 25 Sep. (EUROPA PRESS) –
El director del Instituto de la Mano del Hospital Universitario Nuestra Señora del Rosario de Madrid, Juan González del Pino, ha destacado la efectividad de la cirugía para tratar la artrosis de la mano, asegurando que permite recuperar la funcionalidad, eliminar el dolor y mejorar la estética.
“Ante los primeros síntomas conviene buscar ayuda especializada en expertos en patología de la mano y muñeca, pues el diagnóstico temprano y tratamiento adecuado pueden devolver a los pacientes independencia y calidad de vida”, ha explicado González del Pino.
El experto detalla que el primer enfoque suele ser conservador: antiinflamatorios, frío local, muñequeras o férulas inmovilizantes, fisioterapia o infiltraciones. “Pueden ser efectivos en las primeras etapas o casos leves, pero no siempre logran controlar los síntomas a medio/largo plazo. Si el dolor y las limitaciones funcionales aumentan es el momento de considerar la cirugía, que ha demostrado ser efectiva para restaurar el uso de la mano, aliviar el dolor y recuperar la estética”, apunta.
González del Pino resalta que los avances en anestesia regional han reducido significativamente los riesgos asociados y pacientes de edad pueden someterse a cirugía con seguridad. La mayoría de las intervenciones no requieren ingreso hospitalario prolongado y la recuperación total se logra en pocos meses.
En cuanto a la artrosis de las puntas de los dedos, González del Pino ha subrayado que se aborda con fijación articular mediante tornillos de titanio, y aunque elimina la movilidad distal preserva la funcionalidad del dedo, con recuperación completa en 6-8 semanas y alivio permanente del dolor. Respecto a la artrosis de las articulaciones medias, el experto indica que es menos común y se trata con mini-prótesis de carbón pirolítico; la cirugía, con un día de hospitalización y rehabilitación intensiva, logra una recuperación en 3-4 meses, mejorando significativamente el dolor y la estética del dedo.
Por su parte, el especialista ha señalado que la rizartrosis afecta la base del pulgar y se trata con artroplastia de interposición, extirpando el hueso trapecio y usando un tendón sobrante de la muñeca como almohadilla. “Con cerca del 98 por ciento de éxito, ofrece recuperación en 4-5 meses, restaurando movilidad y fuerza comparables a las de una mano sana sin necesidad de prótesis, que presentan una alta tasa de complicaciones y fracasos. Los resultados son permanentes y no requiere nueva intervención”, ha afirmado.
CASI CUATRO MILLONES PADECEN ARTROSIS EN ESPAÑA
Aproximadamente el 8 por ciento de la población adulta de España -casi 4 millones de personas- padece artrosis en una o ambas manos, siendo una de las patologías más frecuentes asociadas al envejecimiento. Afecta en mayor medida a mujeres mayores de 50 años (4 a 1 en comparación con hombres).
La artrosis de la mano se caracteriza por el desgaste progresivo del cartílago en las articulaciones. Provoca dolor, inflamación y, en muchos casos, deformidades que limitan la funcionalidad en tareas cotidianas, además de impacto estético y posible malestar emocional.
“La enfermedad suele comenzar con dolor e inflamación que puede ser intermitente en las primeras etapas. Con el tiempo, los episodios inflamatorios o brotes se vuelven más frecuentes, lo que puede llevar a deformidades visibles, como dedos torcidos o montados unos sobre otros, especialmente en las puntas. Además de dolor, provoca deformidades que pueden limitar funciones esenciales de la mano: escribir, abrocharse un botón o sostener un vaso”, ha señalado González del Pino.
Además, añade que, en las articulaciones medias, el dolor y la pérdida de movilidad dificultan la flexión de los dedos necesaria para tareas que requieren fuerza o precisión, como abrir un bote o girar una llave.
Tras ello, ha indicado que la rizartrosis es una de las formas más incapacitantes; afecta a la base del pulgar y se estima que el 50 por ciento de las mujeres mayores de 65 años presentan algún grado de afectación. En los hombres, aunque menos frecuente, suele ser más limitante. Provoca una dislocación en la base del pulgar, que genera una deformidad característica y un dolor que dificulta la pinza, esencial para cortar alimentos, vestirse o manejar herramientas, entre otros.
Según el experto, los pacientes, con el avance de la enfermedad, pueden volverse dependientes de su entorno, pero su impacto va más allá de lo físico pudiendo generar frustración y afectar la autoestima, retraimiento social o a evitar actividades que expongan las manos, especialmente en mujeres.