MADRID, 12 Sep. (EUROPA PRESS) –
Para las mujeres que han superado el cáncer de cuello uterino, una nueva investigación del Centro de Cáncer MUSC Hollings (Estados Unidos) señala otro riesgo de salud que puede no estar en su radar: el cáncer anal.
El artículo se publica en ‘JAMA Network Open’. Dirigido por los investigadores de Hollings, Haluk Damgacioglu, y Ashish Deshmukh, colíder del Programa de Investigación para la Prevención y el Control del Cáncer, el estudio arroja luz sobre un riesgo poco reconocido que enfrentan las mujeres con antecedentes de cáncer de cuello uterino y destaca la necesidad de actualizar las directrices de detección.
El cáncer de cuello uterino es uno de los cánceres más prevenibles: gracias a las pruebas de detección rutinarias y a la vacuna contra el VPH, tiene una tasa de supervivencia superior al 90% cuando se detecta a tiempo. Sin embargo, las guías clínicas no han abordado el futuro de estas pacientes, quienes podrían tener un alto riesgo de padecer un tipo de cáncer relacionado.
“Sabemos desde hace mucho tiempo que tanto el cáncer de cuello uterino como el de ano son causados por el VPH, el virus del papiloma humano”, expone Deshmukh. “Pero lo que no se ha comprendido bien es cómo ese riesgo compartido podría vincular ambas enfermedades a lo largo de la vida de una mujer”.
Actualmente, se recomienda la detección del cáncer anal para ciertos grupos de alto riesgo, como las personas con VIH, las receptoras de trasplantes de órganos y las mujeres con antecedentes de cáncer de vulva. Sin embargo, no existen directrices claras de detección para mujeres con cáncer de cuello uterino.
Un problema ha sido la falta de datos a largo plazo sobre su riesgo y cómo este cambia con la edad y el tiempo. Este estudio ayuda a subsanar esta deficiencia utilizando datos poblacionales de alta calidad.
Los investigadores recurrieron al programa SEER (Vigilancia, Epidemiología y Resultados Finales) del Instituto Nacional del Cáncer, un conjunto integral de registros que rastrea los diagnósticos de cáncer en todo Estados Unidos. Analizaron datos de más de 85.000 mujeres diagnosticadas con cáncer de cuello uterino, y las siguieron durante dos décadas para ver cuántas desarrollaron cáncer anal y cuándo ocurrieron esos diagnósticos.
LAS TASAS DE CÁNCER ANAL AUMENTARON CON LA EDAD Y EL TIEMPO
Lo que encontraron fue sorprendente. En comparación con la población general, las mujeres con antecedentes de cáncer de cuello uterino tenían casi el doble de riesgo de desarrollar cáncer anal. Así, las tasas de cáncer anal aumentaron con la edad y el tiempo, y la mayoría de los diagnósticos se dieron en mujeres de 65 a 74 años que habían pasado más de 15 años desde su diagnóstico original. En las mujeres de este grupo de edad, la tasa de diagnósticos de cáncer anal fue tan alta que superó el umbral generalmente aceptado para recomendar las pruebas de detección sistemáticas.
“Nuestro estudio muestra que el riesgo no desaparece; en realidad, aumenta con la edad y con el tiempo”, aporta Damgacioglu. Los cánceres relacionados con el VPH suelen tardar años, a veces décadas, en desarrollarse.
En algunos casos, el virus puede permanecer sin ser detectado o haberse propagado desde otra parte del cuerpo. “Es un proceso lento”, explica Deshmukh, “y esa es una de las razones por las que ha sido tan difícil de detectar. Para cuando aparecen los síntomas, el cáncer suele estar avanzado”.
Si bien la detección del cáncer anal no es tan rutinaria como la de otros tipos de cáncer, existen métodos confiables, como la citología anal (un tipo de prueba de Papanicolaou) y la anoscopia. Lamentablemente, el acceso a pruebas de detección especializadas sigue siendo limitado. En Carolina del Sur (Estados Unidos), por ejemplo, actualmente solo hay un profesional capacitado para realizar anoscopias de alta resolución.
ES IMPORTANTE IDENTIFICAR Y PRIORIZAR GRUPOS DE MAYOR RIESGO
Por eso es tan importante identificar y priorizar los grupos de mayor riesgo. “Estos resultados nos indican que las mujeres que tuvieron cáncer de cuello uterino hace años deberían ser consideradas para la detección sistemática del cáncer anal”, plantea Damgacioglu. “Actualmente, eso no está sucediendo”. Este estudio podría ser un primer paso para cambiar eso.
Deshmukh y su equipo ya están desarrollando los hallazgos en un proyecto recientemente financiado que evaluará la mejor manera de realizar el cribado en este grupo. Este trabajo, en colaboración con el Centro Oncológico MD Anderson y la Escuela de Medicina Icahn del Monte Sinaí (ambos en Estados Unidos), ayudará a determinar cómo y con qué frecuencia deben realizarse los cribados.
“No tenemos los recursos para evaluar a todos”, reflexiona Deshmukh. “Pero podemos usar estos datos para ser estratégicos. El cribado basado en el riesgo garantiza que ayudemos a quienes más lo necesitan”. Por ahora, el equipo espera que su investigación genere conciencia y genere conversaciones entre pacientes y proveedores.