La novia, la adaptación de Prime Video del libro homónimo de Michelle Frances publicado en 2019, cuenta una historia tortuosa. Eso a través de una premisa en apariencia sencilla: las con frecuencia complicadas relaciones entre suegras y esposas. Pero en lugar de explorar en el tema desde el humor o la sátira, se centra en un terreno inquietante. Uno en el que el cariño se confunde con la posesión y la lealtad se convierte en control. A través de un relato breve, pero intenso, la serie ofrece un juego de espejos sobre la manipulación emocional, los celos y las luchas de poder dentro de una familia aparentemente perfecta.
De modo que lo que empieza como un drama íntimo termina evolucionando en un thriller psicológico de ritmo acelerado. Para, al final, hacerse más retorcido en un desenlace desolador. Ambientada en el Londres contemporáneo, la serie de seis episodios indaga en un panorama familiar complicado. Laura (Robin Wright), es reconocida comerciante de arte y mujer acostumbrada a mantener todo bajo control. Su matrimonio con Howard (Waleed Zuaiter), empresario hotelero, parece estable, y su hijo Daniel (Laurie Davidson), médico, representa para ella la mayor de sus prioridades.
Sin embargo, la llegada de Cherry Laine (Olivia Cooke de La Casa del Dragón), nueva pareja de Daniel, detona un conflicto inesperado. A primera vista, Cherry parece el sueño de cualquier madre: atractiva, lista y con grandes planes para su futuro. Pero algo en ella genera desconfianza inmediata en Laura, que percibe el romance como una amenaza y empieza a cuestionar la autenticidad de esta mujer que irrumpe en su esquema de vida perfecta.
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Dos puntos de vista sobre un enfrentamiento familiar
Ese es el momento en que el guion pone a Cherry bajo la lupa. Aunque trabaja como agente inmobiliaria y proviene de un ambiente muy distinto al de Daniel, no tiene intención de desaprovechar la oportunidad que le brinda este romance. Sus intenciones parecen sinceras, pero también prácticas. Daniel representa estabilidad económica y un estilo de vida atractivo. Y piensa conservar la relación a toda costa. Por lo que, frente a la hostilidad de Laura, Cherry responde con estrategias calculadas. Al principio recurre a insinuaciones y pequeños movimientos para debilitar el vínculo entre madre e hijo. Pero cuando esas maniobras no producen el resultado esperado, su lado más oscuro hace su aparición y redefine la dinámica de la historia.
Uno de los mayores aciertos de La novia es la manera en que cuenta su historia. La serie se organiza en seis capítulos que cambian constantemente el foco entre la madre y la novia. Así, una misma escena puede ser reinterpretada desde dos puntos de vista, obligando al público a replantear lo que cree haber visto. Al principio, este recurso sugiere una simple rivalidad por la atención de Daniel. Sin embargo, a medida que avanza, la disputa se convierte en una guerra psicológica que escala con cada episodio. Esa alternancia en la perspectiva mantiene la tensión y evita que el relato caiga en la repetición.
Aunque la trama explora en algunos tópicos del thriller doméstico, La novia se concentra en dos puntos en específico. Por un lado, desarrollar a sus personajes lo suficiente como para que puedan sostener un argumento en el que nada parece ser del todo cierto. O en cualquier caso, podría interpretarse de manera distinta. Al otro extremo, un giro argumental inesperado que ocurre hacia la mitad de la historia. Ese cambio convierte lo que parecía un conflicto común en un escenario mucho más siniestro.
Grandes actrices para un duelo de interpretación en ‘La novia’
Desde ese punto, la historia adquiere un tono más violento y perturbador, en el que Laura y Cherry dejan de ser simples rivales para transformarse en enemigas implacables. Daniel, atrapado entre ambas, pasa de ser un médico exitoso y confiado a un personaje incapaz de manejar las fuerzas que lo rodean, lo que añade un matiz trágico a su papel.
Claro está, en un thriller que depende en su mayor parte de qué tan convincente sean sus personajes, el elenco es una pieza fundamental. Algo que demuestran las estupendas interpretaciones de Robin Wright y Olivia Cooke. Wright da vida a una mujer refinada que esconde tras su elegancia un temor irracional a perder el control de su hijo. Por lo que brinda a su personaje fragilidad y rabia contenida, emociones que se desbordan a lo largo de la serie.
Figuras convincentes en una historia brutal
Cooke, por su parte, crea una Cherry que alterna encanto y crueldad con naturalidad, llevando al espectador a dudar de sus verdaderas motivaciones. El duelo actoral entre ambas eleva cada escena y convierte incluso los diálogos más cotidianos en momentos cargados de electricidad. Además, el guion potencia ese enfrentamiento con un juego constante de traiciones, represalias y sorpresas que impiden anticipar el rumbo de los acontecimientos.
Lo más interesante entre ambas, es la capacidad con que logran mostrar múltiples facetas de sus respectivos personajes. De hecho, uno de los puntos más intrigantes de La novia, es el hecho de que cada uno de sus protagonistas, oculta un secreto inquietante. Por lo que la verdad se vuelve una cuestión de reinterpretación o, en cualquier caso, un punto de vista en discusión. Nadie parece ser fiable a medida que el argumento se vuelve más complejo y retorcido. Matices que sus actrices logran expresar con una brillante puesta en escena.
Un final sorprendente para una serie que rompe esquemas
El desenlace de La novia merece mención aparte. A medida que la serie avanza hacia su clímax, queda claro que la lucha no tendrá vencedores. Lo que empezó como un choque de personalidades termina dejando cicatrices profundas en todos los personajes, incluidos los que parecían secundarios, como Howard o Isabella (Tanya Moody), la mejor amiga de Laura.
Por lo que para su impactante final, la serie deja algo claro. No busca ofrecer un simple entretenimiento ligero, sino una reflexión sobre la obsesión, el poder y el precio de los deseos más íntimos. Cuando llega la última escena, la trama entera se vuelve súbitamente amarga y perturbadora, recordando que en la guerra por el control de una vida, siempre habrá ruinas que recoger.
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