Tal y como sucede con los músculos, el cerebro ofrece su mejor versión cuanto más descansado se encuentre. Por ese motivo, los expertos recomiendan identificar las horas de mayor productividad según el cronotipo de cada persona para realizar las actividades y tareas más exigentes a esa hora y tener un mejor rendimiento cognitivo.
Recientes estudios han revelado que esa fatiga afecta de forma notable a la hora de ser más productivo e incluso en la toma de decisiones. Entender esta relación ayuda a planificar mejor los horarios y mejorar el desempeño. Un ejemplo: Jeff Bezos nunca programa reuniones más allá de las cinco de la tarde porque hacerlo implicaría elevar el riesgo de tomar decisiones erróneas.
El momento de mayor rendimiento: mediodía. Un estudio llevado a cabo por investigadores de las universidades de Messina y Bolonia (Italia) analizó más de 104.000 exámenes orales y encontró patrones claros en los momentos del día en que los estudiantes tenían más probabilidades de aprobar, destacando un pico que no estaba relacionado con la dificultad del examen sino con la hora en el que se hacía el examen.
Los investigadores encontraron que la tasa global de aprobados fue del 57%. Sin embargo, el gráfico de probabilidades de aprobar dibujaba una forma de campana, alcanzando su punto máximo en las horas cercanas a mediodía, especialmente entre las 11:00 y las 13:00 horas. En comparación, las tasas de aprobados fueron notablemente más bajas a primera hora de la mañana (entre las 8:00 y las 9:00 horas) y a primera hora de la tarde (entre las 15:00 y las 16:00 horas) sin encontrar diferencias destacables entre esos dos momentos.
Sin darnos cuenta, perdemos capacidades. Para descartar que el bajón registrado por los estudiantes a mediodía está condicionado por el conocimiento de la materia del examen, los investigadores estudiaron también el comportamiento de los profesores. Los resultados de ambos grupos llevaron a la misma conclusión: tanto estudiantes como evaluadores experimentaban cambios en su estado mental y niveles de fatiga en la misma franja horaria.
Esto podría contribuir a que en la tarde la tasa de aprobación en exámenes sea más baja, ya que tanto el evaluador como el examinado están más fatigados y los docentes se vuelven más irascibles e intolerantes debido al cansancio.
Si son las 16:00, eres culpable. A las mismas conclusiones llegaron un grupo de investigadores de la Universidad de Columbia y la Universidad Ben Gurion del Néguev sobre la importancia del horario en que se dictan sentencias judiciales y el incremento en la severidad de las decisiones judiciales.
Los investigadores analizaron el comportamiento de varios jueces durante la jornada y encontraron que las sentencias favorables a los acusados alcanzaban su punto álgido a medida que se acercaba la pausa para comer, llegando hasta un 70%. Sin embargo, conforme avanzaban las primeras horas de la tarde y los jueces se aproximaban al siguiente receso, este porcentaje disminuía progresivamente hasta casi el 0% incrementando la dureza de las penas impuestas.
La “bajona” tras la comida. Este patrón sugiere que nuestro cerebro funciona mejor a media mañana, y mantiene ese rendimiento hasta la hora de comer. La explicación la encontramos en la combinación de factores biológicos como los ritmos circadianos, que regula la energía y los estados de alerta durante el día liberando más o menos melatonina al organismo para inducir el estado de sueño o activar los mecanismos de alerta y atención.
Los investigadores hipotetizan que la función cognitiva sigue esta curva horaria de forma natural, mejorando hasta el mediodía y disminuyendo después de comer, lo que coincide con la sensación de sopor tras la comida. Después del almuerzo, hay un pequeño aumento en la melatonina que puede provocar somnolencia y menor rendimiento.
Siestas revitalizadoras. De acuerdo con lo publicado por Harvard Health Publishing, una siesta corta después de comer puede mejorar la concentración y el estado de alerta si dura entre 10 y 30 minutos. Según las investigaciones al respecto, este tipo de siestas incrementan la alerta en más de un 50% y la competencia en más de un 30% comparado con quienes no la hacen.
Sin embargo, la duración es clave, y dormir más de la cuenta puede ser contraproducente. El estudio analizó el comportamiento de adultos mediterráneos y observaron que hacer una siesta corta de menos de 30 minutos se asocia con una menor probabilidad de presión arterial alta (21%), mientras que las siestas largas (más de 30 minutos) están ligadas a mayor riesgo metabólico y cardiovascular (41%), así como a mayor perímetro de cintura y glucemia. Por lo que, una breve siesta tras la comida, contribuye a energía y mantener la agudeza mental por la tarde.
En Xataka | Unos neurocientíficos creen haber encontrado el truco para resolver los problemas más complicados: echarse una siesta
Imagen | Unsplash (Sinitta Leunen)