Hace más de dos décadas, Robert Dudley se preguntó cómo era posible que nos gustara el alcohol. En 2014, el biólogo evolutivo de la Universidad de California en Berkeley publicó “El mono borracho”, un libro donde exploraba las raíces evolutivas de esa afición transcultural a alcohol.
Según Dudley, es la afición de los primates a las frutas fermentadas (ricas en azúcares y con un ligerísimo contenido alcohólica) lo que está detrás de todo esto. El problema, como ocurre con todas las hipótesis de biología evolutiva, era demostrarlo.
Ahora hemos encontrado algunas pruebas. Porque la revista Science Advance acaba de publicar un estudio que demuestra que los chimpancés salvajes consumen a diario el equivalente alcohólico a una o dos copas humanas. Es decir, que la exposición a esta sustancia es regular y “probablemente” también lo fuera en nuestro pasado como especia, tal y como decía Dudley.
¿Cómo lo ha descubierto? El equipo analizó las frutas que consumían los chimpancés salvajes en Uganda y en Costa de Marfil. Así, descubrieron que estas 21 especies tenía de media una concentración de 0,3% de alcohol. En la medida en que estos animales consumen unos 4.5 kilos de fruta, la cantidad de etanol consumida diariamente supone más de los 14 gramos que lleva una copa estándar en EEUU.
Eso sí, “Al ajustar por el peso corporal, que en chimpancés ronda los 40 kilos frente a unos 70 en humanos, la exposición equivale a casi dos copas”, explica en SINC Aleksey Maro, autor principal del estudio.
Es verdad, no obstante, que como se consume a lo largo del día, los investigadores no han encontrado signos de embriaguez en los chimpancés.
¿Entonces tomar alcohol es algo natural? Esta es una confusión habitual cuando ponemos encima de la mesa las explicaciones evolucionistas, pero evidentemente no es precios. Para empezar porque no existe nada ‘natural’ per se. La distinción ‘natural-artificial’ es algo que tiene muy poca base científica, filosófica o social. Hemos llegado a un punto en que todo es artificial.
Pero es que, por otro lado, el mundo ha cambiado mucho. Aunque la hipótesis puede explicar el origen del gusto por el alcohol en todas las sociedades humanas, la exposición constante al alcohol de gran concentración como la que sufrimos hoy por hoy no tiene nada que ver con la de nuestros ancestros.
Por ello, puede que nuestro gusto por el alcohol tenga cierta base evolutiva; el abuso de etanol y los problemas de salud que provoca son otra cosa distinta. Algo mucho más peligroso.
Imagen | Adam Wyles
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